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Cuatro (aparentes) sinrazones

Algunas acciones, actitudes, posturas de la contrarrevolución y sus medios de comunicación parecen ilógicas, arbitrarias, tendenciosas. Lucen como contrasentidos, como sinrazones. Sin embargo, tienen unos propósitos muy claros dentro de la estrategia general de destrucción de la Revolución Bolivariana.

Foto: Archivo

Sinrazón 1: Hay crisis humanitaria, pero no emergencia

La mayoría contrarrevolucionaria de la Asamblea Nacional rechazó el decreto de Emergencia presentado por el Ejecutivo. Ofrecieron diversos alegatos, pero si se quiere hacer un resumen, podría decirse que no quieren dotar al gobierno de herramientas que le permitan afrontar la situación crítica derivada de la caída de los precios petroleros y de la guerra económica.

Hasta ahí la cosa suena lógica, porque la coalición adeco-burguesa que asumió el control de la Asamblea Nacional es parte de la gran conspiración que tiene como objetivo final restaurar el neoliberalismo en Venezuela. No resulta nada de raro que saboteen los esfuerzos por evitar un colapso.

Luego surge el aparente contrasentido: pocos días después de negar la emergencia nacional, la misma mayoría declara que estamos en crisis humanitaria por el problema de los medicamentos. Allí cabe preguntar cómo es la cosa… ¿Hay una crisis humanitaria, pero no razones para apoyar la declaratoria de emergencia?

La aparente sinrazón se explica viendo el contexto. Eso de declarar al país en crisis humanitaria es un requisito para abrir puertas a la intervención extranjera. Es una clara no-casualidad que esa sea la misma categoría que puso en circulación el general John Kelly, aquel que rezaba por nosotros todos los días, cuando insinuó que hacia Venezuela podría entromparse la Quinta Flota.•

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Segunda sinrazón: La impunidad como derecho

Un informe de la organización rabiosamente no gubernamental Instituto Prensa y Sociedad, afirma que en Venezuela los periodistas se autocensuran para evitar que los demanden judicialmente. Los presentadores del informe lo declaran de tal manera que pareciera ser una grave anomalía, una aberración.

Pero, pensándolo con cuidado, es lo lógico, lo natural, lo que cabe esperar de cualquier profesional: que entienda el marco jurídico de su oficio y tenga algún sentido de la ética. Si usted, por decir algo, es ingeniero y construye un puente ¿no debe tomar todas las previsiones para que no se caiga a los dos meses? ¿Y si no las toma, no se arriesga a que lo demanden? ¿Se imaginan al Colegio de Ingenieros denunciando internacionalmente que algunos de sus miembros se abstienen de participar en obras por miedo a que, en caso de salir malas, los procesen judicialmente? ¿Qué opinaría usted de un odontólogo que denuncie que se abstiene de hacer extracciones porque no quiere arriesgarse a que lo demanden? ¿No sería esa actitud una buena razón para sospechar que es un mal profesional, un peligroso sacamuelas?

Muchos colegas periodistas entienden que su derecho a trabajar significa publicar lo que sea, sin importar lo errados o malintencionados que puedan ser los datos, ni considerar las consecuencias que traiga la difusión. Y, adicionalmente, quieren tener derecho a que nadie pueda accionar judicialmente contra ellos, en casos de calumnia, difamación, injuria, vilipendio o los ilícitos contemplados en la Ley Orgánica de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes.

Metafóricamente, quieren construir puentes chimbos y estar seguros de que no tendrán que responder por los daños; o quieren sacar muelas con instrumentos contaminados y sin anestesia y que el paciente ni siquiera tenga derecho a dar un berrido. •

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Tercera sinrazón: Todos contra el país

La prensa opositora a Venezuela (tanto la local como la internacional) se especializa en poner a declarar a cualquiera en contra del gobierno y del presidente Nicolás Maduro. Incluso, es muy capaz de poner las denuncias en boca de personas que expresamente dicen que no quieren hacerlo. Una muestra es el caso del escritor colombiano Pablo Montoya, ganador de la más reciente edición del Premio Rómulo Gallegos. Resulta que a Montoya no le han entregado aún el componente económico del galardón, una bolsa de 100 mil dólares, pero él no había querido hacer de eso un problema, ni lo había divulgado a los medios.

Recientemente, durante una tertulia (no en una entrevista, rueda de prensa o declaración formal) se lo comentó a un periodista que fue durante varios años alto jefe en El Nacional y éste, sin pensarlo mucho, puso el dato en las redes sociales. Lo hizo a pesar de que Montoya le contó también que recientemente recibió una llamada del nuevo ministro de Cultura, Freddy Ñáñez, quien le garantizó que está realizando las gestiones para honrar el pago a la brevedad posible. Era obvio que el autor de Tríptico de la infamia no quería verse envuelto en una ídem… pero cayó en las manos de la comparsa mediática, que se valió del ya conocido mecanismo de poner a circular un dato por Twitter y luego rebotarlo por los medios convencionales.

La canalla comunicacional montó el grito en el cielo y se puso en sintonía con la estrategia imperial: estamos tan mal, tan quebrados, tan en bancarrota, tan en default, que no tenemos ni siquiera para pagarle a este señor, a quien le dimos un premio en agosto. A esta gente, en verdad, no les importa mucho si Montoya cobra o no cobra, lo que les importa es abonar a la campaña contra Venezuela. Esa es la razón de todas sus sinrazones. •

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Cuarta sinrazón: Caracas, la ciudad más violenta

La derecha y sus medios experimentan éxtasis al difundir la "noticia" según la cual Caracas pasó a ser la ciudad más violenta del mundo. Naturalmente, nadie que haya pasado aunque sea unos días en esta urbe puede dudar de su alto nivel de violencia, expresado no solo en los actos criminales que se comenten por montones, sino también en la actitud hostil de casi todos sus habitantes, incluyendo los que deberían ser más pacíficos, como profesionales universitarios, sifrinas, abuelitos, monjas y practicantes de meditación zen.

Ahora bien, es evidente que poner a la capital venezolana de primera en ese ranking es otra de tantas operaciones de guerra psicológica que se están llevando a cabo simultáneamente en todos los frentes contra nuestro país.

El contrasentido más burdo de este caso es que se acepta como válido un estudio de una ONG de México, un país cundido de fosas comunes, donde las mafias arrojan cabezas humanas sangrantes a las puertas de los cuarteles de policía o de las redacciones de los periódicos. Saque usted la cuenta. •

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