Un cínico “quemen esa vaina” que jamás podrá superar al esperanzador “Por ahora”
- Carlos Machado Villanueva
- 15 feb 2016
- 5 Min. de lectura

El imperialismo apela a la destruccióon simbpolica como ocurrió en Libia.
Hoy muchos eventos internacionales ratificarían que las elites de poder capitalista estadounidense saben muy bien lo que hacen; por lo tanto, si después de invadir un país, destruirlo e incluso asesinar a su presidente, colocan al frente de un gobierno afecto a sus intereses imperialistas, a uno de sus procónsules, ello no debe sorprendernos, menos aún entonces que en el caso de Venezuela ya tengan el suyo: un flamante dirigente adeco con 38 años en la despolítica a la que sometió al país el bipartidismo, haciendo rounds de sombra.
Ello viene a capítulo porque lo observado con el inicio del 2016 en Venezuela tiene que ser visto precisamente al trasluz de la anterior aseveración. ¿Por qué tal afirmación? Porque no pocas veces en los días transcurridos desde las elecciones del 6 de diciembre es común oír que la seguidilla de desplantes del nuevo presidente de la asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, obedecen sencillamente a que su modales verbales están en su temperamento, y peor aún, que son inofensivos.
En un primer momento
Tal vez en un primer momento se pudo pensar que se trata de una operación, por parte de Allup, para provocar a las bases chavistas y así lanzarlas a las calles a agredir a opositores, la cual no es descartable de un todo. Sobre todo cuando las imágenes de supuestos seguidores del torrijismo agrediendo a opositores antinorieguistas siguen frescas, situación que dio pie a la criminal invasión ordenada por el presidente Ronald Reagan contra Panamá en 1979.
Fiel con este guión destaca la manera como Allup llegó el día de su investidura al interior del Palacio Federal Legislativo. Nada más y nada menos que transportado en el vehículo del encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos.
Solo hubiese bastado cualquier pequeño incidente con simpatizantes bolivarianos en el camino para que el Pentágono ordenase la agresión a nuestro país, como estuvo a punto de ocurrir cuando Richard Nixon visitó la Caracas antiimperialista en los 60. Afortunadamente no fue así, pues el pueblo chavista no cayó en la burda provocación.
El cínico “quemen esa vaina”
Vendría entonces un nuevo acto de Allup, esta vez más agresivo, cual fue mandar a remover y sacar los cuadros y afiches del Libertador Simón Bolívar en sus distintas versiones, incluido el del rostro surgido de la investigación antropológica y digital de éste, y los del presidente Hugo Chávez, y lanzaría la que al parecer el líder adeco aspiró a convertir en su “por ahora”, cuando dijo “y quemen esa vaina”.
Fue entonces cuando surgiría a fragor de los hechos la afirmación de que estábamos en presencia de una acción de destrucción simbólica del chavismo; aseveración que vendría a aclarar más el panorama -y mejor aún si de la defensa de la Revolución Bolivariana se trata-, a conjurar la ingenuidad de algunos chavistas respecto a la personalidad de este ciudadano.
Y es que todo parece indicar que aún y las aseveraciones del exembajador William Brownfield sobre la personalidad repulsiva de Allup develadas por el portal de Wikileads, las elites de poder imperialistas han llegado a la conclusión de que en la actual coyuntura éste sería el candidato indicado para liderar el nuevo intento de la derecha internacional, y su capítulo en Venezuela, por acabar con la Revolución Bolivariana.
Más aún, pudiese ser que estas elites no han hecho otra cosa sino seguir las recomendaciones de sus laboratorios de guerra no convencional. Esto no es descabellado afirmarlo.
Lo que intentarían en la actual coyuntura crítica del país es aplicar simple y llanamente -claro está que actualizada y más adelante veremos el porqué- la estrategia de poder, sobre todo discursiva, de la que se valió el presidente Hugo Chávez para demoler la podrida institucionalidad cuarto republicana.
Vale recordar al respecto que no hay nadie que niegue que solo un discurso político como el del Presidente Chávez, con “P” mayúscula, pudo acabar con el caos económico, social y político que vivía Venezuela para el momento de su sublevación militar del 4 de febrero de 1992.
Las pocas pero certeras palabras que logró articular en aquel minuto frente a las cámaras y frente al país, incluido su “Por Ahora”, se encargarían de darle una mortal estocada al régimen de cuatro décadas del bipartidismo puntofijista, luego de la cual no logró recuperarse, abriéndole paso a la Revolución Bolivariana por vía electoral aquel histórico 6 de diciembre de 1998.
No en balde
Si bien el Presidente Chávez logró su hazaña gracias a su poderosa capacidad comunicativa y la no menos valiosa ayuda de una tecnología de difusión para ese momento ya relativamente masificada en el país, como la telefonía celular; hoy las elites imperialistas y su lacaya oligarquía nacional cuentan con las poderosas redes sociales digitales.
Y he aquí entonces como queda evidenciado que éstos sectores apátridas lo que han hecho a través de sus expertos en desestabilización es actualizar la estrategia de destrucción simbólica utilizada por chavismo, lo cual el pasado 6D hizo y sigue haciendo mella en la población descontenta por el agudo desabastecimiento y escasez inducidos por éstos, sobre todo en la psiquis de los más jóvenes.
Según analistas, por aquello de esa especie de sucumbimiento que los “hipnotiza” ante tan deslumbrante portento digital y las mentiras y medias verdades que logran presentar como verdades irrebatibles ante sus ojos acerca de nuestra realidad política, económica y social.
No en balde, y es necesario insistir en ello, cuando las elites imperialistas estadounidenses crearon sus agencias de inteligencia y de seguridad nacional, la CIA entre estas, no olvidaron crear sus laboratorios de guerra no convencional, incluidos claro está las guerras psicológicas y sus respectivas investigaciones de la psicología de masas, sobre todo lo que tiene que ver con sus motivaciones, estados de ánimos y por supuesto la manipulación de sus conciencias.
De igual modo, y como correlato de lo sostenido arriba, no en vano desde que se plantearon convertir a EE.UU. en una potencia imperialista, en lo primero que pensaron sus elites de poder fue en crear los famosos “tanques de ideas” o instituciones para altos estudios, y aparejado a ello el impulso y fortalecimiento de una casta de intelectuales orgánicos de derecha que les diesen vida con sus tesis para tal dominación.
¿La misión de éstos? Construir el relato, o mejor dicho, las justificaciones ante la opinión publica para cada momento histórico de su sostenido intento de dominar a los países pequeños que quisiesen sacudírselo; más aun si se trata de proteger sus estratégicas fuentes de materias prima barata, que en el caso venezolano, hay que recordarlo hasta la saciedad, es hablar del petróleo fundamentalmente.
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