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Las crisis de la izquierda latinoamericana

  • Emir Sader
  • 29 feb 2016
  • 5 Min. de lectura

Foto: Archivo

Acabó el primer ciclo de la era posneoliberal

La ética en la política tiene que ser un patrimonio permanente de la izquierda

Se puede decir que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas padecen de crisis, cada una a su manera. Una es la que llegó a los gobiernos, empezó procesos de democratización de las sociedades y de salida del modelo neoliberal y que hoy se enfrenta a dificultades –de distinto orden, desde afuera y desde adentro– para dar continuidad a esos procesos. La otra es la que, aun viviendo en países con continuados gobiernos neoliberales, no logra siquiera constituir fuerzas capaces de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo.



La izquierda posneoliberal ha tenido éxitos extraordinarios, aún más teniendo en cuenta que los avances en la lucha contra la pobreza y la desigualdad se han dado en los marcos de una economía internacional que, al contrario, aumenta la pobreza y la desigualdad. En el continente más desigual del mundo, cercados por un proceso de recesión profunda y prolongada del capitalismo internacional, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han disminuido la desigualdad y la pobreza, han consolidado procesos políticos democráticos, han construido procesos de integración regional independientes de Estados Unidos y han acentuado el intercambio Sur-Sur.



Mientras que las otras vertientes de la izquierda, por distintas razones, no han logrado construir alternativas a los fracasos de los gobiernos neoliberales, de las cuales los casos de México y de Perú son los dos más evidentes, mostrando incapacidad, hasta ahora, de sacar lecciones de los otros países para adaptarlas a sus condiciones específicas.



¿En qué consiste la crisis actual de las izquierdas que han llegado al gobierno en América Latina? Hay síntomas comunes y rasgos particulares a cada país. Entre ellos están la incapacidad de contrarrestar el poder de los monopolios privados de los medios de comunicación, aun en los países en los que se ha avanzado en leyes y medidas concretas para quebrar lo que es la espina dorsal de la derecha latinoamericana. En cada uno de esos países, en cada una de las crisis enfrentadas por esos gobiernos, el rol protagónico ha sido de los medios de comunicación privados, actuando de forma brutal y avasalladora en contra de los gobiernos que han contado con éxitos en su gestión y un amplio apoyo popular.



Los medios han ocultado los grandes avances sociales en cada uno de nuestros países, los han censurado, han tapado los nuevos modelos de vida que los procesos de democratización social han promovido en la masa de la población. Por otro lado, destacan problemas aislados, dándoles proyecciones irreales, difundiendo incluso falsedades con el propósito de deslegitimar las conquistas logradas y la imagen de sus líderes, sea negándolas, sea intentando destacar aspectos secundarios negativos de los programas sociales.



Como parte específica de esa operación están las sistemáticas denuncias de corrupción, sea a partir de casos reales a los que han dado una proporción desmesurada, sea inventando denuncias por las cuales no responden cuando son cuestionados, pero los efectos ya han sido producidos. Las reiteradas sospechas sobre el accionar de los gobiernos producen, especialmente en sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los que pueden sumarse otros sectores afectados por esa fabricación antidemocrática de la opinión pública.


 

“Los medios han promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico, buscando bajar la autoconfianza de las personas en su propio país”

 


La izquierda ha logrado llegar al gobierno por el fracaso del modelo económico neoliberal, pero ha recibido, entre otra

s herencias, la hegemonía de los valores neoliberales diseminados en la sociedad. “Cuando finalmente la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”, según Perry Anderson. Tendencias a visiones pregramscianas en la izquierda han acentuado formas de acción tecnocráticas, creyendo que hacer buenas políticas para la gente era suficiente como para producir automáticamente conciencia correspondiente al apoyo a los gobiernos.



Otro factor condicionante, en principio a favor y luego en contra, fue el relativamente alto precio de los commodities durante algunos años, del que los gobiernos se aprovecharon para no promover un reciclaje en los modelos económicos, para que no dependieran tanto de esas exportaciones. Para ese reciclaje habría sido necesario formular y empezar a poner en práctica un modelo alternativo basado en la integración regional. Se ha perdido un período de gran homogeneidad en el Mercosur, sin que se haya avanzado en esa dirección. Cuando los precios bajaron nuestras economías sufrieron los efectos sin tener como defenderse por no haber promovido el reciclaje hacia un modelo distinto.



Había también que comprender que el período histórico actual está marcado por profundos retrocesos a escala mundial, que las alternativas de izquierda están en un posición defensiva, que de lo que se trata en este momento es de salir de la hegemonía del modelo neoliberal, construir alternativas apoyándose en las fuerzas de la integración regional, en los Brics y en los sectores que dentro de nuestros países se suman al modelo de desarrollo económico con distribución de renta, con prioridad de las políticas sociales.



En algunos países no se ha cuidado debidamente el equilibrio de las cuentas públicas, lo cual ha generado niveles de inflación que han neutralizado, en parte, los efectos de las políticas sociales, porque los efectos de la inflación recaen sobre asalariados. Los ajustes no deben ser trasformados en objetivos, pero si en instrumentos para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas y eso es un elemento importante del éxito de las políticas económicas y sociales.



El tema del cuidado absoluto de la esfera pública debe ser sagrado para los gobiernos de izquierda, que deben ser los que descubran eventuales irregularidades y las castiguen antes de que lo hagan los medios de información. La transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos tiene que ser una regla de oro de parte de los gobiernos de izquierda. El no haber actuado siempre así hace que los gobiernos paguen un precio caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo la continuidad de esos gobiernos con daños gravísimos para los derechos de la gran mayoría de la población y para el destino mismo de nuestros países.



Lo que se vive es el final del primer período de la construcción de modelos alternativos al neoliberalismo. Ya no se podrá contar con el dinamismo del centro del capitalismo ni con precios altos de las commodities. Las clave del paso a un segundo período tienen que ser: profundización y extensión del mercado interno de consumo popular, proyecto de integración regional, intensificación del intercambio con los Brics y su Banco de Desarrollo.



 
 
 

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