¿Pescao pa´mí o pa´todos?
- Pedro Gerardo Nieves
- 30 may 2016
- 3 Min. de lectura

La revolcada que le dieron a Goyo fue épica. Por eso fue quien me llamó desde las orillas del caño Guaritico, todo golpeado, maltrecho y esperolao.
-Le juro don Platanote que nosotros no empezamos la vaina. Fueron esos caraqueñitos sifrinos quienes empezaron a echarnos varilla desde que llegamos. Después, cuando fuimos a repartir el pescao, se armó la sampablera.
Quien así me habló fue Goyo, o mejor dicho, Goyito. Un veguerito del caserío El Regalo, municipio Sosa del Estado Barinas, que gracias a la inclusión había devenido en un flamante ingeniero de producción animal. Su llamada era el inesperado y estrambótico final de una excursión de pesca que yo había coordinado para favorecer a unos chamos caraqueños, panas viejos, que llegaron al llano de vacaciones, con muchas ganas de tirá un anzuelazo.
Cuando les presenté a los guías vegueros a los caraqueños se evidenció la distancia social, política e ideológica de los dos grupos, a pesar de ser todos de izquierda. Los caraqueños, intelectualosos y culturetes, venían equipados con sofisticados equipos de pesca; los llaneros, tenían sólo anzuelos, plomadas y nylon en carretes.
Los caraqueños venían escuchando rap niuyorquino, portaban gorras de visera plana y franelas bien caras con elaborados diseños del Ché y de Marx; los vegueros, que cantan pasajes llorones de Jorge Guerrero mientras tocan el cuatro, traían sombreros de paja, gorras y franelas del chavismo que se reparten en las campañas electorales. Goyito andaba en alpargatas.
-Llegamos al caño y nos distribuimos a lo largo de la costa y las barrancas. Repartimos la carnada que yo llevé y nos echamos un palo de aguardiente callejonero pa` aguantar el sol, cuenta Goyo.
-Nosotros intentamos cordializar con los tipos, pero nos dimos cuenta que sólo hablaban entre sí y, cuando mucho, se reían un poquito de las jodederas del Tuco Manrique. Pero era evidente que los tipos andaban en lo suyo y los audífonos y lentes oscuros que cada uno cargaba impedían que nos comunicáramos con ellos.
Los peces empezaron a picar y el aviso lo dio el Tuco Manrique:
-Ay papá, porái me viene una cachamota de 4 kilos. Gritó mientras el aguaje confirmaba su alegría.
En seguida un caraqueño también coronó. La carnada y la caña especial le habían premiado con un bagre doncella de como tres kilos y medio. Una hermosura para comer guisao en culantro e` monte con arroz blanco calientico y yuca blandita.
Después, empezó la catarata de pescao por todos lados. Pero por alguna razón, los llaneros sólo sacaron la cachamota del Tuco, 2 caribes capaburros y una palometica chiquita y flaquita. Los chamos citadinos se armaron con 5 bagres doncella, 2 bagres manta, un toruno de 9 kilos y 21 cachamas, la más pequeña de kilo y medio más o menos.
Este fue el origen de la coñiza.
Los llaneros contrariados por la mala pesca, pero alegres por la pesca colectiva, comenzaron a acopiar los pejes por especies para ir recogiendo. Sin embargo, se dieron cuenta que cuando se descuidaban, un caraqueño separaba la pesca: para un lado la poquitica de los llaneros, para el otro la abundante de ellos.
Porque he aquí el quid de la cuestión: Es tradición indígena en el llano que cuando se pesca en grupo se distribuye equitativamente entre todos sin pensar en resultados individuales. Pero los centrales airadamente explicaron que cada quien era dueño absoluto de lo que pescaba. De allí a las palabrotas, a los manoteos: y PUM, la riña colectiva.
Solidaridad, caridad, justicia, individualismo, colectivismo, marxismo, socialismo indígena, felicidad, urbanidad, ruralidad etc, etc. Esos fueron los conceptos que construimos amorosamente ese día mientras repartimos el pescao pa´todos, incluyéndome.
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