Cuatro formas de ser Carmoníaco
- Clodovaldo Hernández
- 30 may 2016
- 3 Min. de lectura
Cuando ya parecía condenado al olvido, la contrarrevolución ha desempolvado a Carmona Estanga, esta vez tratándolo como un mal ejemplo, supuestamente imitado por el presidente Maduro. En los últimos días ha quedado en evidencia que todos en el antichavismo, de una forma o de otra, siguen siendo carmoníacos. Veamos al menos cuatro formas de serlo.
Forma 1: Carmoníacos descarmonizados

Por artes de los estrategas de imagen política, individuos y organizaciones que estuvieron hasta la coronilla en el golpe de Estado de abril de 2002 están haciendo nuevos esfuerzos para deslindarse del peso que ese acontecimiento político sigue teniendo en la historia contemporánea y actual de Venezuela.
Personajes que en su momento fueron absolutamente carmoníacos se empeñan en descarmonizarse, y para lograrlo se atreven incluso a utilizar el nombre del fallido emperador como un látigo para azotar al presidente Maduro y a otros altos funcionarios públicos.
La operación de descarmonizamiento implica una falta de vergüenza legendaria. Quienes se la practican niegan un instante clave de su propia trayectoria política y traicionan a otros que participaron en la trama golpista, en especial al dueño del apellido que ahora se usa como improperio.
Ahora bien, que nadie piense que al descarmonizarse y al usar a Carmona como pera de boxeo, estos falsarios han asumido sus culpas ni mucho menos han pedido perdón al país. Si lo hubiesen hecho, aunque fuese ahora, 14 años después, su conducta adquiriría cierta dignidad. Pero no, eso es mucho pedir.
Forma 2: Carmonistas nostálgicos
La actitud impostora de los carmoníacos descarmonizados ha provocado la reacción del carmonismo nostálgico, integrado por personas que “se quedaron pegadas” en aquel glorioso 12 de abril, cuando gritaban “¡Democracia, democracia!”, mientras del Señor Considerando leía un decreto que no dejaba piedra sobre piedra.
“¿Cómo se atreve Julio (así se llama uno de los carmoníacos en proceso de descarmonizamiento) a estropear el único recuerdo bonito que tenemos en casi 18 años, ese momento sublime en el que nuestro líder levantó su mano y dijo: ‘Yo, Pedro Carmona Estanga…’”, comenta mi amiga Ña Magda.
Casi al borde de las lágrimas, la representante del carmonismo nostálgico evoca la alegría desbordada de la gente very nice que se reunió en el palacio para aplaudir a aquel hombrecito que sonreía mayestáticamente. También recuerda Magda los épicos titulares de los diarios aquel día estupendo: “¡Se acabó!”, decía uno y “¡Chao, Hugo!”, el otro. Mi amiga suspira y, de nuevo, se pone furiosa con el tal Julio, por pretender convertir aquella gesta heroica en una cosa fea para insultar a Nicolás.
Forma 3: Carmoníacos importados

Mientras acá los carmoníacos se empeñan en hacerse pasar por ex carmoníacos, alguna gente se encarga de importar neocarmoníacos desde países muy vecinos o desde allende el charco.
Por supuesto que el premio al Carmoníaco del Año se lo lleva siempre “el Doctor Varito”, pero de la hermana república también nos llega otro gran “doctor”, Andrés Pastrana, quien ocupaba el palacio de Nariño cuando le dieron asilo al prófugo dictadorcillo.
Interviene esta vez mi amigo el Estrangulador de Urapal y dice que ninguno de estos dos notables hijos de la gran patria (de Santander) ha incurrido en la traición que, en cambio, si han perpetrado los carmonistas venezolanos, vale decir, ponerse a hablar gamelote del exiliado bogotano. Venga y le cuento, vea.
La legión de los carmoníacos extranjeros tiene también nuevas figuras, gente que se pone de moda gracias a un aparato mediático mundial al servicio de la contrarrevolución. El último de estos sujetos es Albert Rivera, la versión española de Capriles Radonski, un efebo neoliberal con el que la derecha ibérica espera pararle el trote al “chavista” Pablo Iglesias.
Los carmoníacos descarmonizados estaban “flipando” (como dirían allá en España al hecho de estar muy excitado) con el invitado especial. Y no es para menos, porque ya los carmonícos veteranos como Aznar y Rajoy están demasiado rayados. No los quieren ni en sus pueblos.
Forma 4: Carmona, el original

La cuarta forma de ser Carmona es ser Carmona, el original. El recordman mundial de brevedad en un mandato presidencial montó en cólera cuando supo que los carmoníacos estaban nuevamente tratando de descarmonizarse. Hasta le mando una carta al mentado Julio para reclamarle una disculpa.
“Con indignación recibo su desafortunada intervención en la Asamblea Nacional, en la cual, pretendiendo atacar a Nicolás Maduro, lo asocia indebida y groseramente a mi nombre”, dicen que dice la carta del Carmona genuino al carmonero desleal y cambia camiseta.
El verdadero Carmona cuestiona al rementado Julio, recurriendo a lo que dicen por ahí de él: que es un blandengue y colaboracionista del rrrrégimen. Y luego le da el beso de la muerte (que así lo llaman, no se tome esto literalmente) cuando recuerda que el ahora descarmonizado Julio se dedicaba a llenarlo de halagos y palabras de aliento. ¡Uf, en pocas palabras: a ese pobre Julio le cayeron a carmonazos!
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