México: Peña Nieto aplica el terrorismo estatal contra los maestros
- Carlos Aznárez
- 27 jun 2016
- 4 Min. de lectura

Otra vez la sociedad mexicana se encuentra conmovida e indignada. Cuando Atyozinapa y sus mártires siguen arrinconados en la impunidad, la violencia estatal, ese terrorismo forjado en las alturas del Palacio Presidencial y expandido como reguero de pólvora por cada una de las gobernaciones, vuelve a cantar presente. En esta ocasión como ocurriera con los 43 normalistas secuestrados y desaparecidos en Iguala, la masacre, esta vez en Oaxaca, tiene nombres y apellidos, y siempre terminan en ese personaje al que impúdicamente algunos mandatarios y los medios hegemónicos del continente siguen calificando de “demócrata”: Enrique Peña Nieto.
Allí están las imágenes gritando al mundo lo ocurrido: maestros de la combativa Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que el pasado fin de semana marcharon por decenas de miles en la propia Capital del país, exigiendo que el gobierno ilegítimo (porque no puede denominarse de otra manera a quien llegó al poder mediante fraude electoral) dé marcha atrás con una reforma educativa que solo busca privatizar lo que debería ser gratuito. Reforma que está amasada, a no dudarlo, en las usinas neoliberales de una derecha que no es solamente mexicana sino regional y que ahora “está de moda”, atizada por Washington, embistiendo contra todo aquel que le plante cara. Pero los maestros mexicanos son duros como el acero, y no se arredran tan fácilmente. De allí que a pesar de todos los obstáculos represivos, desafiaran en Ciudad de México a 5.000 efectivos policiales que intentaron frenar la manifestación pacífica y bulliciosa que reclamaba entre otros ítems, la libertad de sus dirigentes detenidos, como es el caso de Rubén Núñez Ginés.
Sin embargo, el Gobierno estaba necesitado de mostrar los dientes para conformar a la oligarquía local. O al poder mediático de Televisa o TV Azteca y otros grupos de medios tergiversadores de la realidad que no han cesado de reclamar “mano dura” contra los “belicosos”. Ese es el mensaje que fueron instalando durante todo el conflicto magisterial que ya lleva meses y que ha derivado en un acampe de más de tres semanas de protesta en la Ciudad de México, y barricadas y bloqueo de rutas en distintos Estados.
Por eso no causaron sorpresa, aunque sí mucho dolor, los sucesos ocurridos el domingo en Nochixtlán, Oaxaca. Hombres y mujeres cuya única voluntad es educar a los más golpeados por el sistema opresivo que vive el país desde que se traicionara la Revolución Mexicana, y que se estaban manifestando pacíficamente, fueron brutalmente atropellados por la jauría policial de la temible PGR. A partir de ese momento, los maestros y maestras de rostro curtido y acostumbrados a pasar necesidades como sus educandos, sacaron fuerzas de los confines de su dignidad para autodefenderse y no dejarse humillar más por uniformados embrutecidos por sus mandos.
Así se pudo ver en los primeros vídeos que comenzaron a alertar sobre la matanza: los cuerpos de los detenidos arrojados en camiones, como hicieron años atrás en San Salvador Atenco con otros humildes protestantes, numerosos maestros asesinados, decenas de desaparecidos y heridos, policías tirando con sus armas a matar mientras lanzaban gritos amenazantes contra todo aquel que se prestara a solidarizarse con las víctimas. En pocos minutos las calles ardían por los cuatro costados, y a pesar de la represión, por cada barricada que era destruida surgía otra inmediatamente. Como si allí también, además de los helicópteros policiales artillados, sobrevaloran el espíritu guerrero y el legado de otros dos maestros ejemplares, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, que en los 70 decidieron echarse al monte y comenzar la lucha armada por razones idénticas a las del presente.
Después llegaron las explicaciones vergonzosas del gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo, ligado al otrora “progresista” Partido de la Revolución Democrática (PRD), culpando a los maestros y mintiendo descaradamente al decir que “las fuerzas policiales no tiraron con sus armas”. Más aún, diciendo que sus uniformados no portan armas habitualmente, mientras todos los medios (incluso los oficiales) mostraban policías con pistolas de puño y fusiles tirando al cuerpo a los manifestantes. O las reiteradas declaraciones incriminatorias a la CNTE del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Educación Pública, Aurelio Nuño, dos de los grandes responsables con Peña Nieto de que México se siga convirtiendo en un país donde la narco-política acostumbre a su población -y al mundo- que la “democracia” se forja con fosas comunes, secuestros, asesinatos y cárceles hacinadas de prisioneros políticos y sociales.
Ahora los funcionarios gubernamentales hablan de diálogo pero no para tratar temas educativos sino “comportamientos políticos”. Siguen tratando de engañar y de jugar con la paciencia del magisterio, buscan seguramente querer dividir al gremio con promesas que después -lo han demostrado los hechos- quedan en nada, y el conflicto vuelve a estallar. Lo real es que ninguno de estos personajes del partido oficialista, el PRI, como antes ocurriera con el PAN o el PRD no se hubieran sentado a ninguna mesa de diálogo si los maestros no hubieran conmovido al mundo con sus luchas y su resistencia en calles y carreteras.
Mientras Peña Nieto y su ladero Osorio Chong buscan institucionalizar nuevas estratagemas de engaño -como lo hicieron con el caso de los 43 de Atyozinapa- la lucha sigue. Tanto, en Oaxaca, en Chiapas, en Querétaro, en Guerrero, en el Itsmo de Tehuantepec o en las entrañas del Zócalo capitalino el pueblo llano continúa fraguando la masa subversiva de la rebelión contra un orden injusto cuya única receta es siempre la muerte. Frente a esta actitud valiente, lo que queda para quienes viven fronteras afuera de México es renovar la solidaridad activa con maestr@s, campesino@s, obrer@s y estudiantes. Urgentemente, para evitar más masacres, y para que quede claro de una buena vez que el “mal gobierno” -al decir de los zapatistas- es un peón de la política injerencista estadounidense en el continente.
Comentários