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Una sociedad utópica es diferente de un sueño

  • Rute Pina
  • 27 jun 2016
  • 5 Min. de lectura

Festival de la Utopía debatió modelos de sociedad

Este miércoles 22 de junio inició el 1º Festival Internacional de la Utopía, en Maricá, estado de Rio de Janeiro. Se trata de un festival con diversas actividades culturales, intervenciones artísticas, ferias y debates. Durante el evento, que se desarrolló entre los días 22 y 26 de junio, se recibieron delegaciones de todo Brasil y contó con la participación de jóvenes de 36 países, como Cuba, Vietnam, India, China y Venezuela.


El evento se inició con una mesa de apertura en la que estuvieron presentes el dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) João Pedro Stedile; el intendente de Maricá, Washington Quaquá (PT); y la activista cubana Aleida Guevara, pediatra e hija del Che.


Siendo uno de los motivos del festival la necesidad de unir las fuerzas y mostrar nuevas alternativas para los pueblos, el discurso de Aleida Guevara, en clave latinoamericanista, se dirigió a cuestionar la fragilidad y fragmentación de la izquierda en la región, y manifestó que ese campo debe basar sus acciones en las demandas concretas del cotidiano de las personas, aprendiendo con las poblaciones más carentes y con los pueblos tradicionales.


“Tenemos que ganar el respeto de quién nos escucha. ¿De qué vale un izquierda que no es reconocida por el pueblo?”, cuestionó. Según afirmó, el error más grande de las izquierdas de la región es dividirse en “pedacitos”. “Hay unos 20 partidos que se dicen de izquierda, pero que no se unen por los objetivos comunes. Si no juntamos nuestras fuerzas, no venceremos nunca”, dijo.


Siguiendo esta linea, Aleida criticó la postura de las fuerzas progresistas que ocuparon el Estado. “Tomamos el poder y no cambiamos las leyes creadas por la burguesía. Así, no conseguiremos hacer ninguna transformación profunda”, criticó.

Relaciones entre Cuba y EE.UU La activista cubana también mencionó el asunto de la reciente aproximación de los EE.UU con Cuba, y la clasificó como una “utopía del enemigo”.


“Hace siglos, que ellos tienen la utopía de unirse a la isla. Es un sueño irrealizable. Y ahora están cambiando los métodos. Ellos percibieron que cometieron errores con el pueblo cubano, trataron la revolución cubana con un bloqueo criminal. Y ahora hablan de abrir nuevas negociaciones”, afirmó.

“Una sociedad utópica es diferente de un sueño. Es una sociedad basada en la justicia, en la solidaridad y en la igualdad”

Según Aleida, una posible normalización de las relaciones entre ambos países solo será posible con la extinción de la ley que facilita la permanencia de los ciudadanos cubanos ilegales, con el fin del bloqueo económico y con el cierre de la base naval estadounidense en Guantánamo. “Ellos tendrán que seguir soñando con esa utopía, porque de ninguna manera es posible acabar con la revolución cubana”, sentenció.


La hija del legendario Ché Guevara definió a la palabra utopía como “el deseo de dar sentido a la vida y a la búsqueda por un mundo mejor, más solidario y más justo”.

Utopía João Pedro Stedile, del MST, afirmó que el mayor desafío para los sectores progresistas es el cuestionamiento del modelo de Estado que se desea a partir de un debate que piense diferentes temas de forma relacionada.


Para el dirigente sin-tierra, el capitalismo enlató algunos temas, y la izquierda abandonó cuestiones como la cultura y el medio ambiente. “Una sociedad utópica es diferente de un sueño. Es una sociedad basada en la justicia, en la solidaridad y en la igualdad”, dijo el dirigente.


Según el intendente de Maricá, Washington Quaquá (PT), la idea del festival surgió de la percepción de que es necesario unir las fuerzas y mostrar nuevas alternativas para la izquierda brasileña.

Grito llanero

Paz en Colombia: alerta

Pedro Gerardo Nieves


Las fotos dicen mucho. Estrechan sus manos dignatarios, líderes de las FARC, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia. Hay efusividad y alegría. Se celebra “el último día de la guerra”, como lo han llamado los aparatos de propaganda. Todo parece maravilloso porque, al fin y al cabo, se abre un nuevo camino para el pueblo colombiano después de 58 años de una guerra maldita que certifica millones de muertos.



Pero no destapemos champaña, ni aguardiente, ni costeñitas, que el camino es culebrero.



Los medios de comunicación colombianos, especialistas en la fabricación de idílicos paraísos televisados donde militares aplauden a papanatas que hacen chistes vulgares, se han apresurado a dar su lamida de botas a los gringos señalando que la paz es fruto del Plan Colombia y dejan entrever una derrota militar por parte de las fuerzas insurgentes.



Es atroz el balance de la guerra, pero es atroz también que el plan Colombia haya implantado bases militares extranjeras en ese país hijo de Bolívar; que haya convertido a su oligarquía en el principal receptor de fondos estadounidenses manchados de droga y sangre y que haya servido como “escuela de formación” para monstruos mercenarios paramilitares que hoy matan gente en Siria, Libia, Yemen, Irak, Afganistán, Ucrania y pare de contar.



Obama expide cheques y sonríe satisfecho: el mandado que hace la oligarquía colombiana permite también cercar a Venezuela y desmoviliza un pie de fuerza militar patriota que enfrentaría una invasión imperialista al país petrolero. Todos los días son felices, como en Sábados Felices.



Ha estallado la paz, podrían decir algunos literatos, pero los cadáveres aún están calientes y gritan desde su muerte injusta la pesadilla de un país que asume la solución negociada del conflicto `pero cuya clase dominante mantiene invictas e intactas las razones de la guerra.



Una pobreza lacerante que humilla a la mitad de su población, desnutrición y explotación infantil, explotación laboral, trata de personas, tráfico de drogas, latifundismo, contrabando y paramilitarismo asesino (ahora rellamado Bacrim: Bandas Criminales) diariamente cobran sus víctimas en el pueblo colombiano.



La “paz en Colombia” no es la “justicia en Colombia”, pero sería mezquino no reconocer que si el acuerdo arranca seres humanos de las garras de la muerte es menester saludarlo, pero con los ojos bien abiertos por parte de la comunidad internacional, y más todavía de los pueblos hermanos, víctimas también de esa guerra.



Porque en el futuro que se avecina acecha un fantasma descomunal, hijo de la misma oligarquía paramilitar que con saña asesinó a todo aquel colombiano que osara con querer el bien para su pueblo: el asesinato selectivo por parte del Estado, los paramilitares y las mafias de la droga a los combatientes recién desmovilizados.



Cuando en 1985 se funda el partido Unión Patriótica en Colombia, como resultado de una propuesta legal de los insurgentes que asumían el camino de la lucha política, se inició una cruel matanza de más de 4.000 militantes de esa agrupación, incluyendo 2 candidatos presidenciales, 8 parlamentarios, 13 diputados, 70 concejales y 11 alcaldes. Una verdadera hecatombe de cuadros políticos.



Por eso el alerta se hace pertinente, masivo y continental: hay que poner los ojos en Colombia para garantizar la vida de los combatientes desmovilizados y asegurar su incorporación a la lucha política en condiciones óptimas y dignas de una sociedad civilizada.

 
 
 

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