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Las damas de blanco que cruzan la frontera

Grito llanero

La nota de prensa es casi televisiva, se puede construir visualmente y percibir como en una película del género comedia-dramática. Salió convenientemente en los diarios La Opinión de Cúcuta y en la primera plana de El Tiempo de Bogotá. Fue replicada audiovisual y digitalmente ad infinitum, urbi et orbi.




500 mujeres (vaya número tan exacto y memorizable), vestidas de blanco, se arremangan las enaguas del lado venezolano de la frontera y emprenden una empecinada y desafiante marcha hacia Cúcuta. Los “rambos” de la Guardia Nacional Bolivariana (aquí usted se imagina unos bichos armados hasta los dientes, tontos como el Sargento García, con palillo en la boca, marcas de navajazos en la cara y ganas de entrarle a patadas a cualquier señora) se ven sobrepasados en su corpulencia por las determinadas señoras quienes, como en un conjuro mágico, debilitan a los gorilas chavistoides cantándoles de ida y vuelta el Himno Nacional. Kriptonita pura.




Es vencida la barrera de guardias, (“todos hombres” explica el despacho noticioso), se echan abajo las oprobiosas barricadas y las cantarinas damas le entrompan como novicias rebeldes a las autoridades fronterizas colombianas arengadas con un predecible grito de ¡Viva Colombia!(Aquí usted se figura un pocotón de chamos jovencitos, todos hipsters barbados y defensores de los derechos humanos, acompañados de mamis egresadas de la Universidad Javeriana de cutis perfecto, tatuaje en la ingle y cuidado cabello. Todos dan la bienvenida a las mujeronas).




En todos lados, por enjambres, hay cámaras y camarógrafos, periodistas, cableros, blogueros, tinterillos.



Ya en Cúcuta lanzan su desgarrador y alegre grito de victoria, con caja de Ariel concentrado en mano: “Somos amas de casa desesperadas (Desperate Housewives, como en la comedia gringa). No tenemos nada: ni aceite, ni azúcar ni arroz. Y no vamos a dejar a nuestros hijos morir de hambre”.



Pero la puesta en escena no está completa si en ella no aparece el elemento salvador: los refuerzos ante el asedio piel roja, como en las sagas de John Wayne. Es por eso que deus et machina aparece el Hada de los Cabellos Azules que auxiliaba a Pinocho para ponerse del lado de las débiles y sometidas venezolanas: “No vamos a dejar que nuestros hermanos venezolanos pasen hambre”, dijo el hada María Ángela Holguín, muy modosita, cachaca y mami, como toda hada madrina que sea cancillera de Colombia. Fin de la toma.









Es condenable la puesta en escena de una operación propagandística valiéndose de la necesidad de unas venezolanas, pero más condenable aún es la articulación de las derechas de ambos lados de la frontera colombo venezolana para hacer ver ante la comunidad internacional una catástrofe humanitaria.



Como dijo el filósofo Fernando Buen Abad, una crisis humanitaria es una situación en la que está en riesgo la vida de una población ante una circunstancia de la cual se ha perdido el control. Aplicar dicho concepto a Venezuela es “irresponsable y tramposo”, sentencia.



Sí hay, ¿cómo negarlo? una catástrofe humanitaria y urgimos a la cancillera Holguín, y a todos los políticos colombianos, a fijar posición inequívoca con una declaración de este tenor: “No vamos a dejar que nuestros niños o adultos colombianos pasen hambre y se mueran”.




Porque en lo que va de año, han muerto al menos 60 niños de brutal, pura y miserable hambre tan sólo en La Goajira colombiana. Sume a ese dramatismo el hecho de que casi 6.000.000 de colombianos son atenazados por el hambre que en Colombia genera una de las sociedades más desiguales e inequitativas del planeta. Y todo esto es muy fácil de corroborar.



Debe ser por eso que las mujeres fueron… y se devolvieron.









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