Mercosur: entre la espada y la pared
- Charles Giuseppi
- 18 jul 2016
- 4 Min. de lectura
Nunca hubo una amenaza tan real para la integración regional

Foto:Archivo
Se nos vendió la integración y la expansión de los mercados capitalistas como el nuevo paradigma y los resultados fueron catastróficos
En esta decisiva e infatigable semana de la diplomacia criolla, y al calor de interminables controversias internas, se llevará a cabo el “cuarto intermedio”, término con que se denominan los lapsos discurridos en las reuniones entre Cancilleres del Mercosur para “decidir” el futuro de Venezuela en el seno de este mecanismo de integración.
A comienzos de esta misma semana, y como se sostuviera en un artículo precedente, las pugnas y los controvertidos y a veces antagónicos intereses políticos internos, azuzados por las recalcitrantes posiciones de los Cancilleres de Brasil y Paraguay, con la anuencia de Argentina, una vez más abonan el terreno de la des-integración, de la fractura que nos debilita, dejando a sus pueblos a su propia suerte, a merced de los intereses transnacionales y colocando el anhelado camino de la integración regional latinoamericana entre la espada y la pared.
En la semana pasada se desarrolló en Uruguay otra reunión, por no decir emboscada, de Cancilleres del Mercosur con excepción de Venezuela para llegar a un “acuerdo” sobre el traspaso de la presidencia pro-tempore del bloque comercial a quien correspondería efectiva y legalmente dicho traspaso, es decir, la República Bolivariana de Venezuela.
La jugada pretendida tiene como marco una vertiente política representada por el nefasto gobierno paraguayo y el interino gobierno de facto brasileño, y una vertiente más jurídica formal, representada por la evasiva y ambigua posición de Argentina y la negociadora y consecuente posición de Uruguay. Bolivia, por su parte, quien no es parte del grupo oficialmente pero que mantiene conversaciones para su ingreso formal definitivo, solicitó al Presidente de Uruguay Tavaré Vásquez, que en atención de la normativa y cumpliendo los Protocolos del Mercosur, entregara la presidencia pro-tempore a Venezuela.
Una mirada en profundidad sobre lo que realmente ocurre en el seno del Mercosur nos plantea un verdadero desafío en el terreno internacional, y nos increpa hacia una jugada maestra de la diplomacia ejercida por Caracas, quien debe garantizar la cohesión y la unidad del bloque en favor de los intereses de los pueblos latinoamericanos, por una parte, y evaluar acuciosamente la estratégica continuidad o no de nuestro país en ese esquema regional, en virtud de la compleja y repentina situación de viraje hacia la derecha de algunos gobiernos del cono sur, miembros fundadores y accionistas mayoritarios del esquema de integración regional.
Es precisamente en estos momentos donde debe demostrarse el liderazgo de Venezuela y la estatura diplomática de ésta en la conducción de los asuntos sur hemisféricos.
Se está intentando desmantelar el Mercosur, subordinarlo a los mezquinos y postrados intereses de las oligarquías locales, que lo dejarían paralítico frente a posibles acuerdos de cooperación comercial bilaterales con EE.UU., Europa y algunos gigantes asiáticos
Se está intentando desmantelar el Mercosur, subordinarlo a los mezquinos y postrados intereses de las oligarquías locales, que lo dejarían paralítico frente a posibles acuerdos de cooperación comercial bilaterales con EE.UU., Europa y algunos gigantes asiáticos. Es bien sabido por los estudiosos de la integración regional, el estrepitoso fracaso del llamado regionalismo abierto de los años 90’ en el que América Latina se inscribió desfavorablemente. El continente siguió dependiendo de las materias primas, y sus ritmos de crecimiento y expansión fueron por demás retardados con relación a las potencias hegemónicas.
Se nos vendió la integración y la expansión de los mercados capitalistas como el nuevo paradigma y los resultados fueron catastróficos. Una pobreza y miserias galopantes, unas desigualdades inéditas como ningún otro continente, y unas democracias escleróticas y arto tuteladas por los tradicionales centros de poder fueron el exangüe resultado del fracasado proceso.
Con el ascenso de los gobiernos populares en el decenio precedente, Latinoamérica pareció insuflarse de un renovado aire que marcó igualmente el ritmo en sus procesos de integración. Estos empezaron a responder necesariamente a los intereses de las grandes mayorías, crear reales condiciones de acercamiento, de integración, de solidaridad en detrimento de la visión mecanicista del mercado impulsada en los años 80 y 90’.
La integración debe ser la plataforma para el verdadero desarrollo de los pueblos, para el fortalecimiento de los Estados y de los intereses nacionales extendidos a la región con aspiraciones similares y no convertirse en un instrumento más de enriquecimiento de las élites locales y foráneas como se ha pretendido encauzar a los procesos de integración regional y cómo se pretende nuevamente.
Nunca hubo una amenaza tan real para la integración regional y lo que ella significa para el bienestar y desarrollo de nuestros pueblos, como la que se cierne ahora sobre Mercosur. Si lograse excluirse a Venezuela del traspaso de la presidencia del organismo, ello sería la indefectible antesala de una salida definitiva del bloque, el más grande anhelo de los enemigos de nuestra Patria, y a fin de cuentas enemigos de sus propios pueblos, del porvenir, del cambio y la trasformación real de nuestra sur América.
Si bien el Mercosur conoció diferentes etapas y disímiles momentos políticos y sociales a lo largo de estos últimos veinticinco años de existencia, nunca se había encontrado en una encrucijada tan determinante para su futuro inmediato, mediato y definitivo como la que atraviesa hoy día.
Si permitimos que las élites derechistas brasileñas y paraguayas sobre todo, den una puñalada más a la lenta pero necesaria integración regional latinoamericana, habremos padecido un enorme retroceso.
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