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Colombia: Una frontera caliente de aquí y de allá

  • Charles Giuseppi
  • 25 jul 2016
  • 4 Min. de lectura

Una gran operación mediática se ha desplegado en la frontera. FOTO ARCHIVO

La realidad de lo que pasó recientemente en la frontera, lejos de ser una mal llamada crisis humanitaria, parece ser más bien una crisis del bachaqueo y del contrabando de extracción


Pocos lugares resultan tan álgidos y sensibles como una frontera. En todas partes del mundo actual existen fronteras entre Estados ampliamente conocidas por sus particulares cualidades de ser lugares de paso, de tráfico de mercancías legales y otras ilegales, corredores humanos de aquellos en búsqueda de sueños y oportunidades que le son negadas en sus lugares de origen.Así, desde Asia hasta América identificamos enclaves fronterizos muy elocuentes de lo que significa una “frontera caliente”.




En estas latitudes americanas tenemos tres grandes embudos fronterizos fácilmente identificables: Las 90 millas que separan Cuba de Miami, con su interminable historia de balseros y exiliados “mayameros” que hoy en día son parte de una verdadera cultura bifurcada o disgregada en el medio del Caribe, “los marielitos”.





Luego tenemos la indescifrable, indomable y cada vez más temible frontera entre México y EEUU, lugar de encuentros y desencuentros infinitos entre dos mundos aún separados por el narcotráfico, la inmigración ilegal, el contrabando y la trata de personas por mencionar algunos de los muchos males fácilmente identificables en ese funesto lugar, finalmente tenemos la frontera colombo-venezolana de Cúcuta, ampliamente conocida por muchos latinoamericanos por ser el último tramo de la travesía suramericana para alcanzar lo que durante mucho tiempo se conoció como la “Venezuela saudita”.





Recientemente abierta de forma temporal por decisión del gobierno venezolano, y dado el notable alcance de las negociaciones de paz en Colombia con el firme apoyo de Venezuela, esta “frontera caliente”, sigue dando de qué hablar. Esta semana varios titulares de la prensa amarillista internacional, de medios como CNN y la DW, utilizaron imágenes y videos que mostraban un ingente número de venezolanos cruzando la frontera de Cúcuta en “búsqueda de alimentos” para abonar el desgastado discurso de la “crisis humanitaria”.





La realidad de lo que pasó recientemente en la frontera, lejos de ser una mal llamada crisis humanitaria, parece ser más bien una crisis del bachaqueo y del contrabando de extracción, consecuencia directa del cierre de dicha frontera por parte de Caracas. Las damas de blanco terminaron encharcándose en su propia parafernalia mediática.





Como lo explicara recientemente el compañero Vielma en un detallado artículo publicado por el portal Misión Verdad, la carnavalesca estampida humana refleja más bien el deseo de una clase media acomodada por adquirir ciertos productos alimenticios, escondidos o bachaqueados de los anaqueles venezolanos. El asunto está claro, el mecanismo cambiario especulativo Dólares-Pesos-Bolívares en Cúcuta, hace matemáticamente imposible que los productos venezolanos puedan ser más baratos en Colombia que en Venezuela.




Estas damas de blanco en realidad se benefician del tipo de cambio para la compra de productos que existen en Venezuela, pero que incluso a los precios del abultado mercado local, serían comparativamente más baratos comprarlos en la hermana república por el cambio de monedas. Así, un kilo de carne por ejemplo en el lado venezolano vale 4 mil bolívares, del lado colombiano cuesta cerca de 10 mil pesos, si el cambio es de 0,24 bolívares por peso aproximadamente, un kilo de carne en Colombia costaría algo cercano a 40.000 bolívares. Solo las clases acomodadas podrían permitirse el lujo de adquirir bienes a tan exorbitantes diferenciales de precios.






Resulta en extremo evidente que para cualquier ciudadano colombiano fronterizo es mucho más barato venir a comprar a Venezuela que pagar mucho más por los mismos productos en Colombia. He aquí la principal razón de fondo que estimuló durante cierto tiempo el llamado contrabando de extracción.




Dicho contrabando fue detenido, o medianamente regulado con la medida tomada por el gobierno venezolano del cierre temporal fronterizo. Para el momento en que el gobierno del presidente Maduro tomó la medida del cierre de frontera de forma unilateral, el negocio del contrabando ilícito de extracción de alimentos para su posterior comercialización en Colombia, estaba siendo mucho más rentable que el mismísimo contrabando de combustible o incluso que el mismo narcotráfico. Como diría el compañero Vielma, “el relato del cruce hacia Colombia por estas señoras a comprar alimentos se cae por la matemática del tipo de cambio fronterizo, el que rige todo tipo de actividad económica en la frontera”.






El presidente Juan Manuel Santos recientemente comentaba la necesidad de seguir manteniendo un férreo control y una necesaria supervisión del tráfico de mercancías. Esto como una medida urgente para frenar el nocivo bachaqueo trasfronterizo que mina el sano entendimiento entre dos naciones vecinas, socava la institucionalidad de ambos gobiernos, y termina por facilitar y promover el ilícito negocio del contrabando de alimentos de aquí para allá.





Por el momento, los sectores interesados en la reapertura total de la frontera con Colombia parecen ser ciertos grupos del empresariado nacional aspirantes al enriquecimiento mediante el bachaqueo, algunos personeros opositores que no desperdician una oportunidad para tomarse la foto de rigor clamando por una salida urgente a “la crisis humanitaria” venezolana, y como es legítimo, todos aquellos ciudadanos que por una u otra razón -de salud, comercial, educativa entre otras- deben seguir su tránsito binacional como históricamente ha sido.


 
 
 

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