90 años de un paradigma: Fidel
- Stella Lugo
- 11 ago 2016
- 2 Min. de lectura

Hablar de Fidel en los pocos caracteres de mi columna semanal supone un audaz esfuerzo de síntesis, pero no debo dejar de hacerlo; en tanto, una de las personalidades históricas que marcó el siglo XX y sigue pautando el devenir de muchísima gente en este siglo XXI arriba a los noventa años de existencia este sábado 13 de agosto y, valga esta modesta nota como muestra de admiración infinita para esa vida que sin interrupciones ha estado al servicio de la humanidad.
Comenzaré con una anécdota personal: conocí al Comandante Fidel Castro Ruz el 23 de enero de 2001. Me correspondió acompañar, en mi condición de Primera Dama del estado Falcón al, para entonces Gobernador del Estado, Jesús Montilla.
Por supuesto, que al igual que todas y todos los latinoamericanos, o dicho con más propiedad, tal como mucha gente del mundo, tenía múltiples y variadas referencias de Fidel; había leído algunas biografías suyas, notas de y sobre él, casi siempre referidas a la confrontación entre socialismo versus capitalismo, a su condición de líder del comunismo latinoamericano.
Llegué al espacio de la reunión con la carga de mitos que también se tejían sobre su vida y, notoriamente influenciada por los rasgos que de su personalidad había moldeado la mediática de la “guerra fría”; más fue aquel día, tras largas horas de conversación, cuando empecé a descubrir la condición humana gigantesca del dirigente revolucionario. Aquel hombre se interesaba por la más amplia gama de temas de la vida social y política. Recuerdo cuando intempestivamente, le preguntó a Jesús: ¿cómo va la participación política de las mujeres?, ¿cómo va el movimiento de mujeres?, Debes prestarle una atención especial a la lucha de género. Me terminó de ganar Fidel.
Es, sin dudas, la integralidad de Fidel lo que le ha permitido, no sólo sobrevivir a difíciles momentos de naturaleza tan distinta como reemprender la lucha luego de haber sido diezmada su fuerza expedicionaria del Gramma, o la de conducir a su país, en su condición de líder de la Revolución y de Jefe de Estado, durante los terribles días del Período Especial. Dirigir durante la Guerra Revolucionaria que llevó al triunfo al Ejército Rebelde o conducir la resolución la precariedad económica que caracterizó el primer lustro de la década de los noventa cubana, requiere de un enorme amor a su pueblo, a su causa, pero a la vez, de una preparación en un abanico de materias y, además de dotes excepcionales de dirigente. Cuestiones todas reunidas en un hombre que como pocos ha trascendido su tiempo.
Su profética frase “la Historia me absolverá” esgrimida durante su defensa después del fracaso del asalto al Cuartel Moncada sólo pudo transformarla en realidad mediante una vida de entrega al servicio de las mejores causas de los pueblos del mundo. Es su humanismo, estoy convencida de ello, lo más determinante en su relación, si se quiere hasta paternal, con nuestro Comandante Eterno Hugo Chávez; ambos guiados por los mismos sentimientos y convencidos de la universalidad de su tarea.
Con Fidel y Chávez a seguir luchando por la Patria Grande!
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