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El turno de la ONU contra Venezuela

  • Charles Giuseppi
  • 15 ago 2016
  • 4 Min. de lectura

El actual sistema de dominación global posee varias aristas, mecanismos tentaculares que garantizan y ejercen el poder en sus diversas modalidades. Dicho poder, no solo se sustenta en una maquinaria militar como se suele pensar comúnmente, ese poder se legitima mediante instituciones de pretendida validez universal. La oscura lista de estos mecanismos es encabezada por las grandes corporaciones mediáticas, transnacionales de la mentira y la manipulación que terminan fabricando “verdades”, mediante lo que algunos llaman la “mass mediación” de la política. Por otra lado, tenemos los organismos financieros internacionales, (OCDE, FMI, BM, BCE y BID) arquetipos del poder económico mundial, cuyas conocidas “recetas neoliberales” han intoxicado a millones de pobres en todo el mundo, finalmente nos encontramos los sistemas institucionales, organizaciones internacionales de alcance regional y global como el caso de Nacionales Unidas, (ONU) cuyos veredictos sobre algunos temas cruciales, pueden determinar el signo de un gobierno y la “salvación” o la catástrofe de un país mediante la “intervención humanitaria”.



Esta organización tiene una creciente presencia global, entre otras cosas, gracias a que dispone de un elaborado entramado de sub-organizaciones que atienden diferentes áreas de interés social, cultural y político, todo ello bajo el paraguas de lo que se conoce como “Sistema de Naciones Unidas”. Esto reviste a la ONU de una relativa “legitimidad” en la arena internacional. Así, la ONU está tratando el tema de los refugiados en Siria y mediando ante la Unión Europea, al tiempo que levanta tiendas de campaña en África para los desplazados por las guerras tribales, mientras coordina en París todo lo relativo al próximo acuerdo climático que “salvará” al planeta de su destrucción inminente si el capitalismo no se hace más sustentable, manejable o ecológico como dicen algunos. Su parca posición ante muchos de los temas más sensibles a escala planetaria, su timorata y desatinada presencia en medio de los conflictos de alta intensidad, (Siria, Paquistán, Franja de Gaza) y su grandilocuencia a la hora de hacerse vocera del sistema imperial, la dejan en un vago lugar más cuestionable que admirable respecto de su actividad para resolver conflictos.

 

**** “Utilizar el término “crisis humanitaria”, conlleva como todos sabemos, el correlato nefasto de la intervención humanitaria llegando incluso a ser el telón de fondo de una eventual intervención militar en nuestro país”

 

Como parte de una elaborada campaña internacional que incluye matrices de opinión de altos funcionarios en Washington, declaraciones de gobiernos en América Latina y varias componendas en los organismos regionales como la OEA, el turno le tocó a la omnipresente Organización de Naciones Unidas, que lazó como era de esperarse, su dardo contra Venezuela. En una entrevista realizada por el principal diario argentino macrista, la Nación, el secretario general de la ONU afirmó alegre e irresponsablemente que en Venezuela había una “crisis humanitaria”, ya que según el señor Ban Ki-Moon “las necesidades básicas de los Venezolanos no podían ser cubiertas”. No es menos cierto que nuestro país está atravesando por una crisis importante en la distribución de alimentos, derivada a su vez de la crisis económica motorizada principalmente por la burguesía importadora nacional y con extensa complicidad del Departamento de Estado norteamericano. Sin embargo, utilizar el término “crisis humanitaria”, conlleva como todos sabemos, el correlato nefasto de la intervención humanitaria llegando incluso a ser el telón de fondo de una eventual intervención militar en nuestro país.



Las crisis humanitarias de acuerdo al concepto utilizado por Naciones Unidas, corresponden a situaciones de extrema gravedad, bien sean producidas por eventos naturales como terremotos, inundaciones, deslizamientos de tierras y otros desastres naturales, otra acepción refiere los denominados “corredores humanitarios”, es decir, los millones de desplazados y cientos de miles de refugiados a causa de las guerras en sus países de origen que finalmente son testigos silentes de conflictos bélicos de alta intensidad. Como es evidente, nuestro país no se encuentra ni tan siquiera en alguna de las situaciones aquí descritas. Si estamos atravesando un momento complejo de la política y la economía nacional, no puede ser jamás considerado una “crisis humanitaria”. El hacerlo, conlleva directamente a develar el verdadero objetivo de las declaraciones del señor Ban Ki-Moon, abonar el desgatado terreno del discurso “formato” de la “crisis humanitaria” que justifique la intervención de los Estados Unidos en nuestra Patria.





El escenario internacional esbozado en la declaración del Señor Ki-Moon es un nuevo atentando contra la institucionalidad del Estado venezolano. Se quiere minar progresivamente la legitimidad de las autoridades para derrocar al gobierno de Venezuela y colocar un gobierno títeres de los intereses que manejan estas organizaciones. Se pretende frenar todas las iniciativas democráticas del pueblo bolivariano y dado que hasta ahora ninguna de las anteriores artimañas diplomáticas funcionó, apuestan por una escurridiza declaración del señor Ki-Moon, como si eso fuera suficiente para amedrentar la patria de Bolívar.



En días pasados se reunían en nuestro país los presidente de Colombia y Venezuela, las dos flamantes Cancilleres y todo el Estado mayor conjunto de la fuerzas armadas de ambos países, muestra irrefutable del reconocimiento que hace Colombia así como otros Estados del continente de la estatura democrática del presidente Maduro, y del ineludible compromiso con la democracia, la justicia y la paz que tiene Venezuela.

 
 
 

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