Mercosur: El difícil camino de la integración regional
- Charles Giuseppi
- 22 ago 2016
- 4 Min. de lectura
Para Latinoamérica la integración representa la única salida posible que tenemos los países de la región para enfrentar la crisis sistémica global

El tema Mercosur ha sido sin duda el más álgido de los últimos meses en materia de relaciones internacionales en la región. La por el momento insoluble pugna de poder entre los representantes de la triple alianza, Argentina, Brasil y Paraguay, contra Venezuela sigue presente y a modo de innovación incorpora un nuevo elementos de la política interna brasileña como “el soborno”, mejor conocido como Mensalão, denunciado por Uruguay a través de unas declaraciones de su Canciller Rodolfo Nin Novoa, haciendo públicas las propuestas muy poco diplomáticas y de baja ralea del canciller brasileño José Serra, quien habría ofrecido llevar de paseo a Uruguay en negociaciones por África e Irán, si éste aceptaba bloquear el traspaso de la presidencia pro-témpore a Venezuela.
Propio de la politiquería de oficio, fatua, vacía, poco proba en los asuntos de la conducción del Estado, lo que se pone en evidencia es la escasa capacidad que demuestran estos pseudo líderes para hacer una verdadera política exterior que integre al continente latinoamericano en función de los intereses nacionales y regionales ahora tremendamente cuestionados en el seno del Mercosur por las calenturientas acciones de la triple alianza. No se trata ni debe tratarse de cuál gobierno o líder regional se “quede” con el martillo del Mercosur, se busca fortalecer al bloque como instrumento de política exterior a escala regional. Instrumento geopolítico de excepcionales cualidades frente a eventuales negociaciones comerciales con otros bloque de poder a nivel global. Debilitar al Mercosur significa debilitarse a sí mismos. Eso lo saben perfectamente bien los recién instaurados gobiernos reaccionarios que forman parte del esquema de integración, solo que prefieren dinamitar al esquema, antes que compartirlo democráticamente con países de tendencias ideológicas disímiles, en sustancia, la típica actitud histórica de la derecha reaccionaria nuevamente de manifiesto.
La actual problemática en torno al Mercosur pone igualmente en evidencia el histórico cuestionamiento que ha merodeado e incluso molestado la conciencia de muchos líderes de América Latina durante quizá los últimos cincuenta años; ¿Cuánto estaremos dispuestos a ceder contra las presiones internas y sobre todo externas, para llevar adelante un programa de integración regional que fortalezca el debilitado poder de negociación del continente en lo competitivos mercados internacionales? Proyecto que sea capaz de potenciar y dinamizar de manera urgente la capacidad exportadora de América Latina y que en último caso, promueva de forma más profunda el desarrollo de nuestros pueblos. Ahora la respuesta es también muy evidente, el programa del neoliberalismo está empeñado, sobre todo en estas latitudes que los liderazgos tutelados que representen sus intereses locales, apunten de manera recurrente al debilitamiento y no al fortalecimiento de los acuerdos de cooperación e integración ya que el norte sabe que juntos seremos más fuertes y cada vez más competitivos y menos dependientes.
Para el profesor Oswaldo Martínez, intelectual cubano de indiscutible trayectoria académica y política, quien fuera Ministro de Planificación y Economía de Cuba, la integración regional latinoamericana, lejos de ser una “actitud de moda” de las tendencias actuales de la geopolítica contemporánea de los Estados-Nación, en el caso particular de Latinoamérica, representa la única salida posible que tenemos los países de la región para enfrentar lo que él denomina una crisis sistémica global. En medio de la tremenda crisis alimentaria, la crisis del empleo, la crisis por el acceso a los recursos básicos como el agua y los alimentos y la crisis energética que se ponen de manifiesto en el mundo actual, la integración latinoamericana como mecanismo para amortiguar dicha crisis, como necesidad de estrechar lazos de cooperación entre países hermanos y finalmente como única vía hacia el rescate y fortalecimiento del mercado interno, es la clave para hacer frente a dicha crisis.
Las grandes tendencias actuales del capital transaccional y sus conocidas alianzas locales siguen en pugna por desmontar toda forma de cooperación y de integración que avance hacia la unión de los pueblos del Sur. Se trata siempre de frenar e impedir la generación de esquemas y programas que exploren nuevas posibilidades de desarrollo, novedosas fronteras tecnológicas como única vía para superar la dependencia económica, tecnológica y financiera que el capitalismo desarrollado se ha esforzado en instaurar en estas regiones durante al menos los últimos cien años. Cuando no es por la vía de los acuerdos bilaterales con países con claras desventajas frente a las economías latinoamericanas, el asunto pasa por tratar a toda costa de desmontar, torpedera y minar cualquier forma de gobierno e iniciativa política que contravenga o amenace sus intereses.
Ayer fueron los conquistadores, quienes a fuerza de espada y de sangre sometieron a un continente a sus viles intereses, hoy día vestidos de otra armadura, las transaccionales comerciales y financieras parecen andar el mismo camino que sus predecesores. Mientras esto ocurre, Latinoamérica está obligada a levantarse, a luchar y a seguir recorriendo el largo y difícil camino de la integración regional, hoy más que nunca una urgencia ante la avalancha que tanto hoy como ayer pretender abalanzarse sobre nuestros suelos nuevamente.
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