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La paz de la Operación Cóndor


Los seres humanos “no están en el mundo para entredestruirse sino para entreayudarse”. Esta máxima de Simón Rodríguez define el estandarte de la Revolución Bolivariana: la paz. La injerencia es enemiga de ésta. La petulancia del imperialismo norteamericano, herencia del imperialismo inglés, es contraria a la paz y no tiene límites. El presidente de Estados Unidos Barak Obama ganó el Premio Nobel de la Paz en el año 2009, premio que se otorga “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. Estados Unidos ostenta, incluido éste, 20 de estos premios. El primero en ganarlo fue Theodore Roosevelt (1906) célebre por su frase: “Hay que hablar suavemente a la vez que se sostiene un gran garrote”. El segundo fue Elihu Root (1912) por justificar las invasiones de su país “cada vez que los capitales norteamericanos estuvieran en peligro”; el tercero Woodrow Wilson (1919) por invadir México en 1914, Haití en 1915 y República Dominicana en 1916 y afirmar que “los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia hasta que finalmente surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger al territorio sureño”. Luego siguieron Charles Gates Dawes (1925) por reorganizar el sistema bancario estadounidense; Frank Billings Kellogg (1929), Jane Addams (1931), Nicholas Murray Butler (1931), Cordell Hull (1945), Emily Greene Balch (1946), John Raleigh Mott (1946), Ralph Bunche (1950), George Catlett Marshall (1953), Linus Carl Pauling (1962), Martin Luther King (1964), a quien asesinan el 4 de abril de 1968, Norman E. Borlaug (1970), Henry Kissinger (1973), Jody Williams (1997), Jimmy Carter (2002), Al Gore (2007), a quien le dieron el premio por hablar sobre los mismos problemas climáticos que ya venía hablando Fidel Castro; e instituciones como la American Friends Service Committee (1947), Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (1985) y la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona (1997).



De todos ellos cuatro fueron secretarios del Departamento de Estado: Elihu Root, Frank Billings Kellogg, Cordell Hull y George Catlett Marshall, creador del Plan Marshall. Kissinger lo obtiene el mismo año que el revolucionario vietnamita Lê Ðức Thọ, dos meses después del golpe de Estado a Salvador Allende, por su labor en el Acuerdo de París de 1973 con el cual se lograba un cese al fuego en Vietnam y la retirada de los invasores norteamericanos. Ese año la dignidad hizo acto de presencia en el Ayuntamiento de Oslo, Noruega, cuando el asiático lo rechazó. En su discurso Kissinger fue claro: “Si la paz como ideal fuera nuestro destino común, entonces la paz como experiencia debería ser nuestra práctica común. Para que esto sea así, los líderes de todas las naciones deben recordar que sus decisiones políticas de guerra o de paz se hacen realidad en el sufrimiento o bienestar de sus pueblos”.



En 1970 Kissinger, Consejero de Seguridad Nacional, crea la Operación Cóndor conjuntamente con el Departamento de Estado de Estados Unidos y la CIA, debido al triunfo electoral de Salvador Allende. Según él Chile tenía que ser intervenida por el coloso norteamericano porque representaba una amenaza para los intereses estadounidenses: era un germen peligroso que debía contenerse. La Revolución Cubana molestaba a Kissinger al punto que decía: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. Otra Cuba en Suramérica era intolerable para la ambición yanqui. Chile le proporcionaba el cobre con el que Estados Unidos robustecía su emporio armamentista. Kissinger mantuvo una política eficaz en contra de cualquier intento de expansión ideológica y política de orden izquierdista.



La Operación Cóndor alcanzó su punto máximo el 25 de noviembre de 1975 en una reunión planificada por el Departamento de Estado de EE.UU realizada en Santiago de Chile, presidida por Augusto Pinochet, en la que participaron el jefe de la policía secreta de Chile, Manuel Contreras, los responsables de los servicios de inteligencia militar de Argentina, presidida por Isabel Martínez de Perón, y de tres países con regímenes militares: la Bolivia de Hugo Bánzer, el Paraguay de Alfredo Stroessner y el Uruguay de Juan María Bordaberry. La agenda contenía un punto único: adaptar el Decreto Nacht und Nebel (Noche y Niebla) de Adolf Hitler a la realidad del cono suramericano, es decir, practicar el terrorismo de Estado: seguir, vigilar, detener, interrogar, torturar, trasladar, desaparecer y asesinar a personas consideradas como subversivas por sus tendencias políticas izquierdistas. Este plan se extendió hasta el final de la década de los ochenta y participaron Brasil, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador.



El presidente Obama, otro premio Nobel, viene desarrollando una guerra económica en Venezuela para contrarrestar la Revolución Bolivariana. Para ello cuenta con Fedecámaras, la MUD, la ayuda de Álvaro Uribe Vélez en el entrenamiento de paramilitares y su inserción en nuestros barrios y pueblos, y una masa, que la oposición antibolivariana suele llamar sociedad civil, sin conciencia de clase, acrítica, nordómana, que salió a marchar y cacerolear el 1 de septiembre de 2016 para aplaudir la nueva Operación Cóndor de Obama: “Si un país no hace caso hay que torcerle el brazo hasta que se humille”. Olvida el mandatario gringo dos puntos: que aquí nació el Libertador de América y que ¡Bolívar vive!

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