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Venezuela: El día que la oposición no pudo salirse con la suya

Solidaridad internacional

El aluvión revolucionario contó esta vez, como en tantas otras oportunidades con el empuje de la solidaridad internacional

Hay momentos en que los titubeos y vacilaciones se convierten en complicidades. Hay circunstancias en que no valen los reparos ni hacer hincapié sobre las contradicciones de tal o cual proceso. Nos puede gustar más o menos como se desarrollan los acontecimientos pero de lo que no se puede dudar es que hay razones de peso para defender lo que todo un pueblo ha conquistado para salir del inmenso hueco en que siempre lo sumergió el capitalismo. Hay tiempos y tiempos para las críticas y las autocríticas, pero de la misma manera se puede afirmar que frente al enemigo que acecha y busca colarse por las hendiduras que le abren nuestras propias debilidades, no se puede dudar y mucho menos, retroceder.



Eso es lo que ocurrió este pasado 1 de septiembre en la Venezuela Bolivariana, donde todas las peores acechanzas se mancomunaron en una fecha y una consigna: “tomar Caracas". La oposición interna y externa jugó, como en 2002 una carta peligrosa, incluso insinuó despertar recientes recuerdos de violencia fratricida, y si no fuera por el accionar efectivo de las fuerzas de seguridad hubieran repetido un nuevo baño de sangre. Ellos, los que hicieron la masacre de Puente Llaguno, los que secuestraron al Comandante Hugo Chávez y se lo llevaron para la Orchila a fin de asesinarlo, los que luego motorizaron el paro petrolero, y de allí en más toda una serie de guerras, guarimbas, campañas de intoxicación, y otras variantes subversivas, saben mejor que nadie que se les han acabado las posibilidades pacíficas y en todo momento buscan ensuciar el terreno con amenazas de violencia y terror.



Pero esta vez les salió el tiro por la culata ya que, a diferencia de 2002 no pudieron acceder adonde querían y si bien movieron a todos los suyos, tuvieron que quedarse con las ganas y agitando con incidentes su propio territorio, mientras el chavismo inundó de multitudes rojas-rojitas las calles más emblemáticas de Caracas.



El aluvión revolucionario contó esta vez, como en tantas otras oportunidades con el empuje de la solidaridad internacional. En todos los países donde los movimientos sociales y populares consideran a la Revolución Bolivariana como propia se acompañó a las mujeres y hombres del pueblo venezolano que en las calles defendieron todo lo conquistado. Crecieron las movilizaciones frente a las embajadas venezolanas para testimoniar nuestra adhesión incondicional al bravo pueblo y su gobierno encabezado por el presidente Nicolás Maduro, advirtiéndoles a los escuálidos que azuzan la violencia que NO LO INTENTEN, porque somos muchas y muchos dispuestos a no dejarlos pasar. En Buenos Aires, al igual que en Caracas se logró frenar a los pocos escuálidos que con ayuda de algunos partidarios del gobierno de Mauricio Macri sugirieron acercarse a la Embajada. Al grito de "Chávez vive, la lucha sigue y sigue" y "Si lo tocan a Maduro, que kilombo (lío) se va a armar", los partidarios de la derecha involucionista tuvieron que meter violín en bolsa y retirarse por donde vinieron.


 

“El primero de septiembre ya pasó y no pudieron repetir la embestida "a la brasileña", pero lo seguirán intentando, y cada vez que eso se produzca, habrá que recordar cómo se los frenó esta y otras veces: con el pueblo en la calle”

 

Dicho esto, desde nuestra definición de militantes internacionalistas en todos los terrenos y no necesariamente desde la facilidad de la escritura o el firmar manifiestos, también creemos que se hace imprescindible que el discurso revolucionario dé paso a persistir en la profundización radical del proceso, llevando adelante todo lo que haga falta, caiga quien caiga y cueste lo que cueste, para evitar que el enemigo siga chantajeando un día sí y otro también. Profundizar quiere decir ir a fondo contra los intereses de unos y otros, de los que generan desabastecimiento y guerra económica, de los que organizan giras al exterior apadrinados por Washington y la lacra derechista europea, los que practican el terrorismo mediático y los que impulsan el accionar violento del paramilitarismo para asesinar dirigentes populares o militares chavistas. Pero también el sayo le cabe a ese grupo de burócratas de boina roja que se han enquistado en la Revolución y utilizan cargos y prebendas para enriquecerse y traicionar el legado de Hugo Chávez. Tal cual lo ha denunciado el propio presidente Maduro.



Profundizar es también que a nadie le tiemble el pulso para nacionalizar el comercio exterior y la banca, expropiar todas las empresas que boicoteen al proceso revolucionario y acentuar la revolución agraria, quitarle poder a los que desean ver instalada una social democracia al estilo europeo en una sociedad que respira latinoamericanidad y Tercer Mundo por sus poros. En fin, lo que la mayoría de los venezolanos que se restean con el chavismo está exigiendo desde todos los rincones del país. Al capitalismo solo se le enfrenta victoriosamente con más socialismo y no con actitudes dubitativas, como sugieren algunos ideólogos de la derrota.



El primero de septiembre ya pasó y no pudieron repetir la embestida "a la brasileña", pero lo seguirán intentando, y cada vez que eso se produzca, habrá que recordar cómo se los frenó esta y otras veces: con el pueblo en la calle, pero también con la decisión de cortarles a los enemigos de la Revolución todas las posibilidades de generar el mal contra el heroico pueblo venezolano. Para ello, rodilla en tierra y a seguir por el camino que nos marcara Hugo Chávez.

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