Cuatro alivios para la frustración del 1S
- Clodovaldo Hernández
- 12 sept 2016
- 3 Min. de lectura
Cacerolazo vengador

La dirigencia opositora había prometido que el 1º de septiembre iban a temblar las autopistas de Caracas y los cimientos del rrrrégimen. La verdad es que reunieron una buena cantidad de gente, pero no hicieron temblar nada, salvo la patas de la Mesa de la Unidad, ente al que algunos de los manifestantes llegaron a extremo de maldecir.
Para mitigar los efectos de la nueva frustración, la dirigencia opositora y la prensa de la derecha se consoló diciendo “No lo tumbamos, pero lo cacerolearon en Margarita”.
Las redes y los medios dejaron a un lado las controversiales críticas nacidas desde la misma oposición y se dedicaron a mostrar videos verdaderos, semiverdaderos y descaradamente falsos de lo ocurrido en territorio neoespartano.
Luego de divulgar los supuestos hechos en sí, se concentraron en cómo la dictadura reprimió al pueblo caceroleador y metió en prisión a varias personas, incluyendo al editor de un medio. El tema resultó ser un excelente distractor. Ya nadie habla de la #MalditaMUD.
El tal preso del dron

Antes del 1S, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana fue muy clara: se prohíben sobrevuelos a la ciudad, con helicópteros, aviones o drones. El diputado Henry Ramos Allup, quien anda declarado en desobediencia soez (decirle a eso “civil” sería un contrasentido), declaró que la MUD no le iba a hacer el menor caso a esa disposición de las autoridades y que pondría sus drones a volar. Siguiendo sus instrucciones del viejo desobediente, un joven funcionario de la AN operó un dron.
Debidamente detectado e identificado el objeto volador, se detuvo al operario y se le ha iniciado un proceso judicial. Mientras tanto, el que autor intelectual del vuelo sigue tan campante, insultando a toda mecha.
El asunto del funcionario detenido ha sido, como era de esperarse, objeto de toda clase de denuncias internacionales, a cargo de la misma prensa de siempre y de personajillos como el secretario de la OEA. Por cierto, basta imaginar qué trato hubiese recibido el operador del avioncito no tripulado si hubiese violado la prohibición de sobrevolar Washington… Como mínimo estaría en Guantánamo.
En fin, que “el tal preso del dron” (dicho en términos rameros allupísticos) también sirvió para distraer un poco la atención del chalequeo generado por el 1S, ese día que iba a ser el principio del apocalipsis y terminó con otro toque rabioso de pailas.
La prensa extranjera dijo un millón

Nada mejor para desviar la atención de un fracaso que una mentira. O una ristra de mentiras. Y todavía más efectivo es el remedio si las mentiras las dicen los medios de comunicación de rango internacional.
Por ejemplo, varios periódicos españoles juraron por un puñado de cruces que en la manifestación opositora habían participado un millón y tantas personas. Lo dijeron sin ninguna pena, sin ruborizarse, aunque saben que eso no es cierto.
Para los españoles es relativamente sencillo hacerse una idea de qué aspecto puede tener un millón de gentes reunidas.
Significa más de diez veces el estadio Camp Nou o doce veces el Santiago Bernabeu, llenos hasta las banderas para algún derbi. La pregunta que surge entonces es: ¿si de verdad la MUD pudo meter tantos seres humanos en Caracas, ¿cómo fue que se conformaron con oír un manifiesto en la desapacible voz de Jesús “el Chuo” Torrealba? ¿Quién, con semejante masa a sus órdenes y un poco de malicia política, dejaría que se disolviera una multitud tal sin intentar al menos desatar la tan ansiada primavera venezolana?
La mentada de madre

El cuarto elemento utilizado para que el público mire para otro lado es la controversia acerca de la mentada de madre que “se le chispoteó” al presidente Maduro, refiriéndose al presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup.
La cosa da cierta risa, porque entre los argumentos para criticar a Maduro estuvo la necesidad de que los altos funcionarios mantengan la majestad de los principales cargos públicos. Y entre quienes esgrimieron esta tesis estuvieron varios de los que se arrojan a los pies de Ramos Allup, arrobados de admiración.
En La Hojilla, Mario Silva presentó esta hipocresía llevada a su clímax. Primero mostró a Ramos Allup durante un discurso en Táchira en el que llamó “plasta” al presidente Maduro, “cagones” a los generales de la Fuerza Armada Nacional Boliviariana, “capado” al comandante Chávez y así hasta el éxtasis. Luego, Silva mostró a un atildado Ramos Allup, hablando serenamente en Vladimir a la 1, sobre por qué un estadista debe mantener siempre la sindéresis y no insultar a nadie.
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