La revuelta fascista
- María Julia Giménez
- 19 sept 2016
- 4 Min. de lectura
Semejanzas entre Chile de 1973 y Brasil de 2016

El pensador argentino Atilio Borón analiza los límites del Estado burgués en América Latina y las semejanzas entre ambos golpes
Después de 43 años del golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno de Salvador Allende, el pensador latinoamericano Atilio Borón, entrevistado por Brasil de Fato, a la luz del proceso chileno, analizó los recientes acontecimientos que violentan el orden democrático en América Latina.
Según el sociólogo argentino, los cambios constitucionales emprendidos por los gobiernos de Hugo Chávez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; y Rafael Correa, en Ecuador, crearon un nuevo orden institucional que permitió a los líderes hacer las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
Sin embargo, la victoria electoral de Mauricio Macri, en Argentina, y el reciente impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, marcan las flaquezas de los procesos de estos países, que mantuvieron la estructura del Estado burgués. Esas fragilidades fueron aprovechadas por los Estados Unidos en la tentativa de recobrar sus posiciones en el escenario internacional.
“Yo creo que Lula cayó víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo a sus casas y cuando los lobos fueron a atacar a Dilma ella abrió la ventana y no tenía a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo”, evaluó.
Según el intelectual, el golpe en Chile fue una tragedia que de alguna forma anunció lo que sucedería después en la mayoría de los países de América Latina. Brasil ya había tenido el golpe en 1964, Argentina también, en 1966. Pero el de Chile, en 1973, fue otra cosa. Fue un experimento radical de terapia de “shock” que sería aplicado en el resto de los países de América Latina y, también, en algunos países del capitalismo avanzado.
Y reflexiona que la experiencia chilena fue una experiencia muy desigual en relación a otras regiones. El gobierno de Salvador Allende fue manteniendo el marco institucional del Estado burgués. O sea, no hubo reforma de la Constitución. Simplemente hubo un debate en torno de la posible interpretación de ciertas cláusulas de la Constitución que le impidió al gobierno de Allende avanzar en políticas de nacionalización, control de precios e intervenciones de los mercados.
Y resalta que Allende no hizo lo que hicieron los venezolanos, los bolivianos y ecuatorianos, al crear un nuevo orden constitucional, una nueva institucionalidad, introduciendo las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
“¿Qué podemos aprender? En principio, un Estado burgués con una Constitución burguesa, con relaciones capitalistas de producción, con fuerte peso de grandes corporaciones y con la presencia de grandes empresas multinacionales y trasnacionales, impone límites muy estrechos. Y, cuando los cambios trascienden, van más allá de los límites, el proceso democrático entra en una zona de riesgo y rápidamente es eliminado por los agentes de la conservación social, o sea, de las clases dominantes.
En contextos económicos muy complejos, inevitablemente, se generan esos procesos, porque la burguesía provoca sabotajes permanentes, las “huelgas de la burguesía”. Ellos dejan de invertir, comienzan las fugas de capitales y se entorpece el proceso productivo en todos los niveles, provocando un gran malestar de la población. Eventualmente, se prepara la base social para una revuelta fascista”.
“Esa fue la reacción chilena en 1973. Y yo creo que fue aprendida por Chávez y, después de él, por Evo y por Correa. Porque la primera cosa que ellos hicieron fue ampliar el marco institucional de los procesos transformadores en Venezuela, Bolivia y Ecuador”.
No obstante, Argentina, Brasil y Colombia continuaron transitando por las vidas de la institucionalidad democrática propia del liberalismo. Y esa es la fuente de muchos problemas.
Considera que los procesos actuales se dan en un momento en que se acentuó el proceso de decadencia del imperialismo norteamericano. En la segunda mitad de la década de 1990, algunos hablaban del inicio de un nuevo siglo americano. Y, lejos de eso, fue el inicio de una lenta y persistente decadencia de los Estados Unidos.
Estados Unidos quiere frenar el ciclo de los gobiernos progresistas”, afirmó Borón
“Algunos de nosotros advertimos esta decadencia, pero éramos dejados de lado por cuestiones ideológicas. Hoy, cuando se consulta la literatura especializada de los geoestrategas, de los pensadores del imperio, entre los cuales los más importantes son Henry Alfred Kissinger y Zbigniew Kazimierz Brzezinski, los dos argumentaron que los Estados Unidos ya no es la potencia que fue en el pasado”.
Los pronósticos económicos llevan a concluir que en 2030 la economía norteamericana representará apenas el 18% del producto bruto mundial, y la de china, el 28%. Y esta decadencia se ve también en la creciente impotencia de los Estados Unidos. Eso se muestra cuando un pequeño país de América del Sur, como Ecuador, da asilo diplomático a Julian Assange, de Wikileaks, y, además de eso, obliga a la salida de las tropas inglesas de su embajada”.
En el pasado, eso habría provocado la invasión de los marines en Ecuador, y habría detenido y asesinado al presidente Rafael Correa, como hicieron en 1982 con Maurice Bishop, en la isla de Granada.
“Después, el debilitamiento de los Estados Unidos es un dato inocultable. Hoy, ellos tienen enemigos tan fuertes como la URSS - Rusia por un lado y China, por el otro. Entonces, ¿qué sucede? Cada vez que los Estados Unidos se encuentra en problemas en el contexto mundial, ellos retroceden para reafirmar su dominación sobre América Latina. Eso aconteció en los años 70 y está sucediendo ahora”.
Expone que los Estados Unidos quieren frenar el ciclo de los gobiernos progresistas y avanzar en la conformación de una nueva América Latina, totalmente blindada, donde no exista ningún gobierno que dispute su hegemonía. Mientras tanto, los pronósticos del Pentágono se preparan para 20 ó 30 años más de guerra. Está asegurada la retaguardia.
Y, por eso, se lanzó a fomentar la destitución de esos gobiernos, a crear una nueva derecha en América Latina. En Argentina, lo hizo muy claramente, y en Brasil han fortalecido los vínculos con el PSDB (partido de derecha). En este proceso, Fernando Henrique Cardoso tuvo un papel fundamental.
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