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Mercosur: capítulo neoliberal

  • Charles Giuseppi
  • 19 sept 2016
  • 3 Min. de lectura

En sus orígenes fue un iniciático ensayo neoliberal de liberalización comercial a escala regional

La semana pasada fue oprobiosa para la diplomacia regional latinoamericana ya que trajo la desagradable noticia del bloqueo de Venezuela para el ejercicio de la presidencia pro-tempore del Mercado Común del Sur, Mercosur. En un escueto comunicado firmado por los cancilleres del bloque regional reunidos en Brasil, y en ausencia de Venezuela, se decidió unánimemente que la presidencia pro-témpore será ejercida de forma “alterna y colegiada” por el resto de los miembros hasta que Caracas logre comprobar que ha adaptado su normativa para cumplir con las exigencias del grupo. El lapso dado por los cancilleres a nuestro país se cumple el 1° de diciembre de 2016, plazo en el cual, so pena de la mencionada “armonización” de normas, Venezuela podría correr la suerte de quedar suspendida del bloque de manera temporal o definitiva según se balanceen las decisiones en el terreno de la negociaciones.



La vergonzosa y artera jugada fue el desenlace de una larga batalla geopolítica a escala regional para frenar el impulso progresista en el seno del Mercosur. Un análisis breve nos revela ciertos datos muy importantes para comprender lo que en realidad ocurrió. En un primer plano Uruguay había aceptado entregar la presidencia a Venezuela como correspondía según la normativa interna, sin embargo, transcurridas algunas semanas se produce la estocada cuyo único objetivo es debilitar a nuestro país a expensas de las fuertes presiones y de la crisis institucional que vive el esquema de integración regional.



Hablamos de una crisis institucional, ya que si bien los cancilleres en el nivel ejecutivo de sus gobiernos, responden a las presiones y a los intereses de Washington, en el parlamento del Mercosur la bancada progresista elaboró un comunicado rechazando categóricamente las acusaciones y las medidas adoptadas contra Caracas. Los más recientes acontecimientos nos permiten incluso diagnosticar un verdadero “sismo” institucional al interior del Mercado Común del Sur.



En un segundo plano podemos destacar que Uruguay, bien que un país soberano con una democracia dirigida por un partido de centro izquierda, (El Frente Amplio), en el contexto de Mercosur suele ser un país en franca subordinación respecto de sus vecinos Argentina y Brasil y una nación en situación desventajosa en relación con las decisiones que se tomen al interior mismo del grupo en momentos en los que Mercosur se prepara para abrir una importante rueda de negocios con la Unión Europea, e incluso con algunos de los países de la UE de manera particular. Si consideramos igualmente que durante las presiones ejercidas por Brasil sobre Uruguay para que no entregara la presidencia a Venezuela, se intentó “seducir” a la cancillería uruguaya para que participara en rondas de negocios junto con Brasil y Argentina en lobbies europeos, podríamos decir que la suerte de Uruguay estaba echada, y el destino temporal de Venezuela en Mercosur, casi trazado.



Lo más destacado que podemos señalar, y que debe servir como punto de guía para pensar la problemática de Mercosur es la naturaleza misma del acuerdo. Más allá del renovado impulso que bajo los gobiernos de Lula, Kirchner y Chávez se le aspiró dar a la alianza, Mercosur nació en un período de plena expansión neoliberal como fue la década de los 90’. Período que conoció como ningún otro el modelo privatizador que vendía las principales empresas públicas al sector privado incluso a precios verdaderamente risibles. Mercosur fue, en otras palabras, un iniciático ensayo neoliberal de liberalización comercial a escala regional. Los grandes capitales de las oligarquías criollas pensaron erróneamente que expandiendo los mercados y sobre todo los capitales, se harían más ricos.



Ninguna de las profecías se cumplió, Mercosur siguió su lento camino de crecimiento económico e institucional siempre bajo la sombra tutelar del gigante brasileño, pero diametralmente separado de los intereses de las clases trabajadoras hasta que bajo el signo progresista se enfocó la mirada hacia sectores marginados. Lo que hemos conquistado dentro del bloque, lo podemos reconquistar, lo vemos desde el logro y no desde el fracaso. Desde su origen Mercosur viene desarrollando una esencia elitista, signo que se ha venido cambiado estos últimos años. Aún queda mucho camino por recorrer en la difícil tarea de la integración social latinoamericana, el camino es largo, nosotros somos muchos y tenemos ganas de continuar la batalla por una integración regional más equitativa más justa, en definitiva más popular.

 
 
 

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