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Hacia la revolución cultural

Escuela Venezolana de Planificación

Para Simón Rodríguez: “Nada importa tanto como el tener pueblo: formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social”. En este sentido el rodrigueano chileno Carlos Matus decía en los años ochenta del siglo XX que “en América Latina, necesitamos con extrema urgencia elevar la capacidad personal e institucional de quienes acceden al gobierno, pues, lamentablemente, estos no están preparados para gobernar”. Para este teórico “los problemas del futuro requerirán equipos de gobierno excepcionales para enfrentarlo, o la democracia será imposible”. De hecho explica que incluso hasta “podemos perderla por desilusión sobre sus bondades o desesperación por transformarla”. La propuesta del economista chileno es clara: es vital “seleccionar, formar y actualizar acertada y aceleradamente a los miembros del equipo de gobierno, so pena de ser víctima ciega de ministros o asesores tecnocráticos, la mayoría de las veces deformados por ciencias parciales, en muchos casos superadas, que estos aplican, desconectados de los intereses y necesidades políticas”.



Esta sentencia de quien fuera Ministro de Economía, Fomento y Reconstrucción de Chile durante el gobierno de Salvador Allende nos obliga a pensar en el rol histórico que juega la Escuela Venezolana de Planificación (EVP) creada por el presidente Hugo Chávez el 4 de septiembre de 2006 y que tiene en el Instituto Venezolano de Planificación (Iveplan) fundado el 26 de marzo de 1983 su antecedente inmediato, y en la Escuela Latinoamericana de Gobierno, proyecto educativo esbozado por Matus, una postergada tarea.



En la EVP deben estar los tanques de pensamiento que formen la vanguardia. La EVP es, como lo expresa el portal web, una escuela cuya “misión académica fundamental es la docencia y, su objeto de acción es planificar como praxis socio-política, para el cambio estructural de la Venezuela capitalista rentista petrolera, todavía dominante, luchando por construir el socialismo solidario, incluyente y productor/productivo, donde el trabajo finalmente domine al capital”. Esto implica asumir la planificación como un constructo metodológico organizativo para concretar la utopía posible que no es otra que la Causa Social de la que nos habló Simón Rodríguez y cuyo objetivo era “hacer menos penosa la vida”. Es la misma causa que Simón Bolívar llamó “la mayor suma de felicidad posible” y Ezequiel Zamora retomó para crear una Patria bolivariana donde “no haya pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien”.



Planificar como praxis socio-política implica conocer la historia para pensar el futuro desde el presente. El pasado es una fuente de altos valores culturales. Una revolución para que sea irreversible debe ser cultural. La planificación considera un abanico de escenarios para que la proyección al futuro sea factible y más en este momento definido como transición al socialismo en el que naciones de la Patria Grande “se ven compelidas y sacudidas por este tiempo específico, signado por el sucederse de situaciones caóticas e impredecibles que cada vez más alejan la posibilidad de un retorno a cierta estabilidad estructural” como lo expresa su actual presidente, el profesor Leonardo Bracamonte. La planificación es la brújula que nos ayuda a organizar el pensamiento para crear futuro. El personal docente investigador debe asumir el rol protagónico y no meramente participativo. Cada docente está llamado a ser un cimarrón sentipensante que forje la conciencia y la técnica de los funcionarios públicos para que estos trasciendan a servidores públicos, el poder constituyente así lo exige. La EVP está llamada a construir colectivamente la vía para la causa social.


En las aristas del Ágora de Simón Rodríguez se encuentran pensamientos del “hombre más extraordinario del mundo” enmarcados en siete categorías (unidades de análisis): república, política, economía y trabajo, causa social, autoridad, educación, e independencia y revolución. Así leemos en relación a la República: “El único medio de establecer la buena inteligencia, es hacer que todos piensen en el bien común y que este bien común es la república”. En cuanto a la política, Robinson dice: “Si los pueblos no entienden lo que se les dice, ni saben hacer lo que se les aconseja o manda ¿qué conseguirán de ellos sus representantes, con discursos y con planes?”. Economía y trabajo, forman una categoría indivisible: “Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las cosas”. Luego es tajante: “Sin ingenio no hay invenciones; sin emulación no hay progresos”. En relación a lo social, dice: “El bien público es cosa muy sagrada: en él no debe injerirse intereses privados”. Sobre la autoridad explica que: “La fuerza de la autoridad Republicana es puramente moral. En el sistema republicano la autoridad se forma en la educación porque educar es crear voluntades”. De allí que, pasando a la educación: “Los hombres de talento no pueden ser arrogantes ni vanos… Los limitados, sin educación, y los estúpidos, no pueden dejar de serlo”. Por eso es que “enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento: no hacer trabajar la memoria”. En la séptima arista, Rodríguez nos conmina a entender la Independencia y Revolución como dos conceptos entrelazados ya que “la independencia es resultado del trabajo material; la libertad no se consigue sino pensando: medir, proponer” y “una revolución política pide una revolución Económica. El goce de la independencia impone la necesidad de ser libres”.



Acá están las bases de la Causa Social, le toca a la EVP estudiarla para concretarla. ¡La invitación a conocer la escuela y formarse en ella está abierta!

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