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Venezuela en las Naciones Unidas


Como es costumbre anualmente, la Organización de Naciones Unidas (ONU) celebra este año su septuagésima primera Asamblea General en la ciudad de Nueva York, histórica sede de la Organización desde su fundación en 1945. Ese mismo púlpito de mármol verde que ha visto pasar infinitud de líderes de las más variopintas tendencias políticas e ideológicas, está nuevamente abierto a las naciones del mundo para expresar sus intereses, miedos, necesidades y aspiraciones sin distingo alguno. El único requisito para participar se resume en ser miembro de la Organización de Naciones Unidas (ONU). En esta ocasión el presidente de la República, Nicolás Maduro, como lo anunciara públicamente en su programa televisivo, no estuvo en la reunión, y en su representación asistió la canciller, Delcy Rodríguez.



¿Qué lectura podríamos tener de la participación de Venezuela en la Asamblea General de Naciones Unidas en su 71° reunión? Cuando estamos conmemorando los diez años de aquella estoica alocución del Comandante Chávez en esa misma Asamblea General, aquel famoso “huele a azufre”, expresión poco propia de este tipo de reuniones marcadas por el protocolo, la pregunta inicial cobra notable relevancia.



Es que efectivamente las demandas, las contundentes pero sanas críticas que lanzara el Comandante Chávez en aquella ocasión, hoy tienen la misma vigencia, ya que tanto los problemas como los desafíos que hoy enfrenta la ONU parecen ser los mismos de aquel entonces.




En aquella ocasión el Presidente Chávez no solo denunciaba las constantes agresiones del imperio norteamericano, “imperio del mal” como él mismo lo denominara, sino que clamaba insistentemente por una profunda refundación de la Organización de Naciones Unidas, por un cambio en su estructura de funcionamiento en virtud de su inminente colapso, y por un posicionamiento más claro y determinante frente a los grandes problemas que aquejan a la humanidad, muchos de los cuales están y han estado presentes a lo largo de los años de existencia de esta misma organización. Así, las ocupaciones militares en detrimento de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, el respeto a la integridad territorial y física de los Estados nacionales, la completa superación de la pobreza y del hambre en el mundo, así como la democratización del sistema internacional son algunos de los temas que siguen vigentes sin ninguna suerte de solución y que tanto ayer como hoy Venezuela sigue suscribiendo.



En aquel entonces Chávez reclamaba con vehemencia la necesidad de buscar una solución a la ocupación militar israelí en territorios palestinos. Conflicto que mantiene plena vigencia y del cual EE.UU sigue siendo cómplice silencioso. Es bien sabido que la permanente alianza entre EE.UU e Israel, es parte de los esfuerzos del imperio por consolidar a sangre y fuego su sistema hegemónico mundial. La posición de Venezuela frente a este hecho es y sigue siendo muy clara, y no es otra que la de un contundente rechazo a la política militarista norteamericana como lo dejara expresado en la reciente declaración de Margarita a propósito de la Cumbre del Movimiento de no Alineados.



Mientras otros países utilizan la plataforma de la Asamblea General para justificar, mentir y tergiversar ciertas verdades dolorosas, desde la llegada del Comandante Chávez al poder, Venezuela ha sido reconocida mundialmente por su inflexible verbo en la denuncia de las asimetrías en el poder mundial, por la defensa inquebrantable de sus derechos como país independiente y soberano, y por su apoyo en la construcción de un mundo multipolar de marcado equilibrio que pueda sentar las bases de una paz duradera en los años a venir. Como bien lo señalara Chávez, el actual reto de Venezuela en las Naciones Unidas es luchar por avanzar hacia una verdadera democratización de la sociedad internacional y de las organizaciones que conforman dicho sistema. No conquistaremos la paz jugando al doble rasero, no lograremos la estabilidad y el desarrollo de los países más pobres y más necesitados sino se generan cambios al interior de estos monolíticos espacios.



Desde su fundación, La Asamblea General ha sido un espacio puramente deliberativo. Un púlpito de interminables enunciados y reclamos que contrastan con la dura realidad de muchos pueblos y que sirve finalmente de lobby diplomático que permite a las grandes potencias imperialistas y colonialistas maquillar la barbarie de su poder. Actualmente Venezuela es miembro principal de tres de los organismos que conforman el Sistema de Naciones Unidas, el consejo de Seguridad, el Consejo de Derechos Económicos y Sociales (Ecosoc) y el Consejo de Derechos Humanos. Este hecho, casi no resaltado por la oposición apátrida venezolana, constituye un reconocimiento inédito y trascendental de las naciones del mundo representadas en la ONU, que colocan a nuestro país como un Estado soberano, democrático, de paz y de justicia social por sobre todas las cosas. Incluso si no tenemos la plena confianza en la capacidad de las Naciones Unidas para el abordaje responsable y para la resolución de los grandes conflictos globales, la participación de nuestro país es un compromiso adquirido ante el mundo y ante la organización, pero sobre todo ante nuestro pueblo. Por ello, alzar la voz en tan emblemático foro es una responsabilidad ineludible con la paz y con la historia.


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